El panorama intelectual en el viejo continente, en unos países más que otros, aparece hoy dominado por el llamado pensamiento ideologizado, por el pensamiento bipolar más o menos cainita o maniqueo según los casos y las cuestiones. Entre nosotros, según en qué temas, hay una serie de dogmas que ni se pueden criticar ni se pueden desconocer. Uno, y bien claro, es que la derecha privatiza la educación y la sanidad. Otro, más claro todavía, que la única educación que forma en valores democráticos, es la pública.
Desgraciadamente, como consecuencia del dominio de lo políticamente correcto en estas cuestiones, los que se atreven a expresar sus puntos de vista contrarios a lo establecido son condenados de inmediato, previa campaña de linchamiento cuando no de descalificación global, a las tinieblas exteriores. El escenario es bien sencillo: a través de campañas perfectamente orquestadas en la opinión pública, se descalifica al que piensa en libertad y se le tilda de lo que haga falta para conseguir silenciarlo.
El pensamiento ideologizado sólo busca dividir entre buenos y malos, entre progresistas y retrógrados. Claro, los progresistas son los que defienden lo conveniente y los reaccionarios los que mantienen lo contrario. En el caso de la educación, encontramos un caso de manual. Veamos.
En plena época de recortes como la que vivimos en España, los defensores a ultranza de la educación pública sostienen a bombo y platillo que en España se reducen alarmantemente el número de profesores. La realidad, para quien la quiera comprobar, es testaruda: en el curso 2012/2013 había un total de 476.516 profesores en la enseñanza pública. Es decir, en España disponemos de una ratio de 13.2 alumnos por profesor en la primaria, 10.3 en la secundaria y 9.8 en bachillerato. La OCDE tiene de media 15.4, 13.3 y 13.9 respectivamente. Otro dato para reflexionar: en la escuela concertada española estas ratios son mayores que en la enseñanza pública.
Sigamos. Otro eslogan de los progresistas es que la derecha privatiza la educación. Pues bien, la realidad, para el que la quiera constatar con datos, nos muestra que el porcentaje de alumnos que estudia en centros públicos no ha dejado de crecer en estos años: del 67.9 % en el curso 2010-2011 hemos pasado al 68.3% en el curso 2011-2012. En cambio, la educación privada pura y la concertada no han dejado de perder estudiantes en este período.
También sabemos que España es uno de los países que más gasta en educación y que tiene uno de los índices de fracaso escolar más altos de Europa. También es del dominio público las calificaciones que obtiene nuestro país en los informes internacionales en educación no son para tirar cohetes, más bien para lo contrario. Entonces, si todo esto es así, ¿por qué no introducir cambios, reformas, transformaciones en un sector tan vital para desarrollo humano como es el de la educación?. ¿A santo de qué tenemos que seguir anclados en un inmovilismo que solo beneficia a los de siempre?.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es