El 28 de abril no se ha despejado, ni mucho menos, la cuestión del centro. Simplemente la irrupción de Vox ha provocado movimientos tácticos que algunos con habilidad han sabido capitalizar. Nada más. La discusión sobre el espacio del centro, más viva que nunca entre nosotros.
En efecto, desde hace tiempo, y desde diferentes puntos de vista, el problema de la sustantividad o personalidad del centro político es objeto de comentarios, estudios y análisis que, en ocasiones, cuestionan la existencia misma del centro. Para unos, es la nada, la permenente indefinición, el vacío, la relatividad.
¿Qué es el espacio de Centro? ¿Cómo se configura? ¿Cuales son sus presupuestos? Estas preguntas, más bien propias de ser glosadas en una tesis doctoral de Ciencia Política, admiten, sin embargo, un breve comentario que pueda aclarar las dudas y polémicas de nuevo abiertas acerca de la existencia del centro como espacio propio para la acción política. En este sentido, puede decirse que el centro es un espacio desde el que se pretende dar una respuesta eficaz a las necesidades reales, a las inquietudes, a las ilusiones de los ciudadanos, implicando a las personas como protagonistas de la acción política. Lo importante no es el vértice, sino la base. La clave está en las personas, no en las estructuras.
No se trata, pues, de aplicar una receta universal, no se trata de tener una fórmula milagrosa para todo tipo de dolencias y malestares, no se trata de convencer a nadie de que se tiene el remedio que va al origen de todos los pesares que sufre la humanidad, como se hace desde las ideología cerradas. En el centro se buscan soluciones concretas para los problemas de cada sector, de cada grupo, de cada colectivo en cada momento a partir de la centralidad del ser humano, de la racionalidad, del trabajo sobre la ealidad, de la mentalidad abierta, de la metodología del entendimiento y de la sensibilidad social. Por eso puede decirse que el centro no es un espacio fijo o estático, sino que, en sí mismo, está en permanente adaptación al dinamismo de la sociedad, y conlleva la exigencia de alumbrar, con imaginación, con creatividad y sin miedo, nuevos planteamientos en la vida política como respuesta a las necesidades nuevas, a los nuevos retos a los que las mujeres y los hombres permanentemente se enfrentan.
Desde estos planteamientos puede entenderse que el centro no se construye sobre una tarea de adoctrinamiento, ni desde una visión completa y cerrada del mundo y de la historia, sino desde la aceptación de la limitación del pensamiento para alcanzar un conocimiento pleno y completo de la realidad.
A partir de posiciones estrictamente ideologizadas no es lo importante captar el sentir social, sino transmitir las propias convicciones e imbuir el propio sentir social de las valoraciones y consignas de la propia ideología. En el centro pasa todo lo contrario: la clave está en la capacidad de conexión con el sentir social, y en la capacidad para dar una respuesta, o más bien una conformación política a las aspiraciones de la sociedad. Desde el centro se convoca permentemente al sentido de la responsabilidad cívico de la ciudadanía para que colaboren activamente en el quehacer político.
El espacio de centro, si se practica coherentemente, es un espacio político que permite el gobierno moderado y plural de un país. Pero para ello es menester abrir el partido sin miedo a la militancia, a las nuevas ideas, al pluralismo, a las diferentes maneas de entender el proyecto político. Por supuesto, pero sin olvidar que el centro tiene unos postulados propios, que el centro tiene principios y, sobre todo, qe el centro exige un exigente trabajo político. Esperemos que en los próximos días podamos reconstruir entre nosotros una opción verdaeramente centrada. Falta nos hace.
Jaime Rodríguez-Arana Muñoz
Catedrático de Derecho Administrativo