El reconocimiento mutuo de las diferentes culturas y religiones es, qué duda cabe, uno de los principales desafíos de la sociedad contemporánea. La convivencia, por ejemplo, entre cristianos y musulmanes, será más fácil y sencilla si el Estado, que tiene la obligación de promover el ejercicio y desarrollo de las libertades, es sensible también a la libertad religiosa y a las posibilidades de despliegue, también en el espacio público, de una de las libertades más importantes del ser humano.
En este sentido, tras la constatación de la existencia de sectores islámicos fundamentalistas, una minoría minoritaria que hace mucho ruido en la red, que se aprovecha de la marginalidad y que promueve la defensa violenta de sus convicciones, encontramos, por ejemplo en Austria y en Francia, algunas iniciativas bien interesantes para reflexionar sobre este gravísimo problema que hoy desafía al viejo continente.
Austria es uno de los países que tradicionalmente mejor ha acogido a la población musulmana en su seno. A diferencia del laico Estado francés, en Austria el 6% de la población, que es musulmana, tienen derecho a recibir formación musulmana en las escuelas públicas de parte de los profesores acreditados por el órgano representativo de esta comunidad. Es frecuente ver a las mujeres musulmanas que lo deseen con el velo puesto y hasta es normal comprobar que muchos ciudadanos árabes ocupan posiciones relevantes en la función pública del país. Pero no todo son luces, también hay sombras. Por ejemplo, el elevado número de yihadistas que se han unido desde Austria al Ejército Islámico.
Ahora, en este tiempo, se acaba de aprobar una reforma de la Ley del Islam de 1912 con el fin de reforzar algunos derechos de los musulmanes como el de la práctica de su fe en el espacio público, la atención por imanes en el ejército y en los hospitales, el reconocimiento de las fiestas del Islam, el consumo o producción de comida de acuerdo con la tradición o la impartición en idioma alemán de las clases de religión islámica en los colegios públicos. Sin embargo, la polémica se ha desatado con ocasión de la prohibición de que las mezquitas y otras instituciones islámicas reciban financiación extranjera de forma regular.
En Francia, especialmente tras los atentados de Charlie Hebdo, las Autoridades han reaccionado. Como constitucionalmente no se puede legislar en la materia, desde 2003 existe un Consejo Francés del Culto Musulmán, equivalente a la Conferencia Episcopal Católica o al Consejo Hebreo. En el país vecino, sin embargo, poco acostumbrado a que desde el Estado se promueva la libertad religiosa por obvias razones, el uso del velo o de símbolos religiosos en el espacio público o, por ejemplo, la posibilidad de recusar a un médico del otros sexo, son cuestiones polémicas. Se argumenta desde la laicidad y se aprecian, al contrario que en Austria, algunas exigencias de modernización como puede ser la fijación de objetivos y prioridades del culto musulmán desde el poder público, entre los que podemos destacar la formación universitaria de los imanes como paso necesario para reorganizar su presencia en prisiones, hospitales y cuarteles de manera que pueda ser un antídoto contra la radicalización de los jóvenes. Además, a causa de la prohibición del uso de fondos públicos, desde una Ley de 1905, es complicado regular la financiación de la construcción de mezquitas con capital extranjero.
En fin, desde el Estado es menester que se promueva el ejercicio de la libertad religiosa. Es verdad que el Islam tiene que modernizarse y también es verdad que los creyentes o no creyentes de otras confesiones deben estar abiertos a aprender, como en el pasado, muchas cosas de una cultura que ojala mantenga la pujanza y relieve que algunos intentan reducir a un ejército que aniquila, en nombre de la yihad, a toda persona que no entre por el aro.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana