Mientras que en Europa seguiremos algún tiempo instalados en la crisis económica y financiera, Iberoamérica en términos generales continuará creciendo. Según Naciones Unidas, en 2012 la región crecerá un 3.7%y en 2013 cerca del 4.2%. Europa, pese a su tan cacareada, como artificial, integración no saldrá de números rojos hasta pasados un buen puñados de años.
Es verdad que algunos países como Argentina, con altísimos niveles de deuda pública, afean los magníficos resultados generales. Brasil sigue tirando de la región aunque algunos expertos pronostican una desaceleración en la creación de empleo, todavía en dígitos bien positivos.
Ciertamente, cualquiera que tenga la oportunidad de visitar con frecuencia estos países entiende muy bien lo que pasa a un lado y al otro del charco. Mientras que Europa ha estado dominada por una suerte de tecnoestructura económica y mediática al servicio de inconfesables intereses, con una población secuestrada y sometida a la dictadura de lo conveniente o eficaz, en Iberoamérica, con luces y sombras, existe una vitalidad y un hambre de conocimiento que explican el por qué de su situación. La gente tiene ilusión por la vida, por el trabajo, por aportar a la sociedad. Los estudiantes se organizan, tienen iniciativas, trabajan a la vez que están en las Facultades y Escuelas, participan y saben que el futuro depende de ellos. Es verdad que todavía existen bolsas de pobreza lacerantes pero, poco a poco, el caso de Brasil es paradigmático, se mejora a marchas forzadas.
La vieja, y enferma Europa, ha renegado, sobre todo desde la cabeza, de las señas de identidad que justificaron su liderazgo moral en otros tiempos. Quienes debieran haber preservado la fortaleza moral y la lucha por la libertad prefirieron entregarse al mercado en cuerpo y alma olvidando el compromiso multisecular de Europa con la calidad en el ejercicio de las libertades. La integración económica, medio e instrumento para la unión política, acabo convirtiéndose en el fin, como la lamentable complicidad entre poderes de distinto orden.
Mientras tanto, Iberoamérica, a pesar de sus dificultades y de las todavía llamativas diferencias existentes entre los más ricos y los más pobres, mantiene la fe en la dignidad del ser humano, son sensibles ante el expolio y a la manipulación y buscan, a veces sin éxito, recetas y medidas para salir adelante.
En Europa, las causas de la crisis cada vez están más claras. No se quiso reconocer la realidad. Se ocultó incluso. Los políticos han querido adueñarse de la sociedad para mantener eternamente el poder. Para ello no han regateado esfuerzos en buscar, por todos los medios, los más sofisticados métodos de control y manipulación. Se ha inoculado eficazmente desde la cúpula un consumismo insolidario que ha sumido al pueblo en un letargo creciente. Y, finalmente, como el hombre y el mundo tienen límites, se acabó el dinero para tanto desmán y tanta corrupción y entonces se ha desvelado la realidad y la gente se ha despertado de ese sueño reparador orquestado por esa diabólica alianza entre el poder político, el financiero y el mediático.
Finalmente, mientras Europa está como está, Iberoamérica crece y crece sin parar. Que paradoja, es la crisis de Europa lo que podría dañar, no se sabe si irreversiblemente, el apogeo de una región del mundo donde todavía habita la ilusión, la esperanza y la lucha positiva por la libertad solidaria de las personas. Qué cosas.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es