La sociedad en que vivimos, como reconocía de forma clarividente hace algunos años Ulrich Beck, es una sociedad de riesgos. Riesgos en el mundo de las finanzas, en el mundo del clima, en el mundo de la sanidad, en el mundo del transporte de personas por aire por carretera o por mar, en el mundo del medio ambiente, en las relaciones internacionales, o, por ejemplo, en el mundo de la industria en cualquiera de sus ramas o sectores. La seguridad se ha convertido en una característica ansiada por millones de ciudadanos que están viendo, y sufriendo, como la existencia de determinados riesgos en determinadas actividades han dado lugar a lesiones y perturbaciones de su posición jurídica, patrimonial o física. Por eso, frente a las amenazas, potenciales y reales, en este tiempo ha cobrado especial relieve el principio de precaución y las medidas de prevención en tantas y tantas actividades humanas. Hoy, en España, la irrupción del virus del Ebola hace más patente, si cabe, la necesidad de contar con medios materiales y personales preparados adecuadamente para hacer frente al problema de forma sólida y solvente.
La actividad administrativa adopta muchas formas y dimensiones. Ahora, la que está de mayor actualidad, es la actividad de prevención, de precaución así como las actividades de vigilancia y supervisión. No es suficiente con disponer de protocolos, procedimientos y sistemas de seguridad, lo realmente decisivo es tener personal preparado para prevenir determinados riesgos sanitarios como el Ebola y, tanto o más importante, disponer de capacidad técnica para supervisar y vigilar que tales protocolos, procedimientos y sistemas se realizan de forma rigurosa.
Estos días,  a juzgar por las decisiones que se están adoptando, lo prioritario es velar por el cumplimiento exacto de los protocolos pues si no se supervisan o si no se controlan es muy difícil conocer las causas de los errores que se hayan podido cometer. La actividad administrativa de inspección y vigilancia es capital, cada vez será más relevante porque, a pesar de todos los avances científicos, los riesgos que nos acechan crecen en número e importancia.
En el mes de agosto pasado, todos los periódicos del mundo se hacían eco de la forma moderna y solidaria con la España traía a suelo nacional a un misionero infectado por este virus en Africa. Cualquiera puede constatar esta realidad en la prensa extranjera esos días. Ahora, en el mes de octubre, lamentablemente estamos siendo objeto de un tratamiento bien distinto. Afloran cainismos y prejuicios y, lo que es más grave, se está generando un ambiente en el que no es fácil que los profesionales puedan realizar su trabajo en las mejores condiciones.
El espectáculo es triste y refleja una realidad que no está, superada, ni mucho menos. Para unos se trata de atacar por atacar a los responsables y para otros se trata de echar balones fuera como sea. Ojala se imponga la cordura, todos colaboren a la mejor solución de esta crisis y, después, más adelante, con rigor y serenidad, que una comisión independiente, si puede ser de expertos internacionales sin vinculaciones partidarias mejor, elabore un informe para que estas cosas no vuelvan a pasar.
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es
 
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es