No corren buenos tiempos para el pluralismo. Ni en la política, ni en la economía, ni, por lo que me interesa tratar hoy, para la educación. En efecto, algo tan importante como es la educación sigue siendo un objetivo ideológico de quienes siguen teniendo miedo a la libertad. Ahora, el Tribunal Supremo, a través de una peculiar interpretación jurídica de la ley promulgada en la época de Zapatero proscribe las ayudas a un determinado modelo educativo llamado educación diferenciada confundiendo libertad y derecho.
Me explico. Pareciera que en materia educativa debieran potenciarse modelos de enseñanza que realmente transmitan conocimientos y que, en última instancia, impliquen un compromiso efectivo con la mejora de la realidad. Sin embargo, desde el pensamiento único se ha decidido laminar cualquier intento de “enseñanza diferenciada” y se nos condena al modelo “único”, modelo que es objeto preferentemente de las ayudas públicas. El ministro del ramo, por cierto, en unas valientes declaraciones que le van a salir muy caras políticamente, insiste, con toda razón y fundamento, que se debe potenciar la libertad educativa y que todos los padres deben tener el derecho constitucional a elegir la educación que deseen para sus hijos en función de sus convicciones morales. Si en España hubiera una mayor sensibilidad y apego a la libertad estas polémicas, estas sentencias, y estos planteamientos habrían sido superados hace ya bastante tiempo.
Pienso que en la educación lo determinante es que los alumnos reciban conocimientos sólidos que les habiliten para comportarse en el futuro como ciudadanos con cualidades democráticas responsables. Lógicamente, una sociedad plural y diversa como es la nuestra podrá ofrecer diferentes modelos educativos y serán los padres quienes, en ejercicio de su derecho constitucional, elijan el que consideren, en ejercicio de su derecho constitucional. Si resulta que, por ejemplo, se mutilara la oferta, porque se excluyeran de ayudas algunos modelos, como es el de escuela de enseñanza separada, entonces estaríamos en presencia de una restricción a un derecho fundamental que juzgo intolerable y desproporcionado porque se impide que los padres, insisto, puedan elegir el modelo educativo apropiado a sus hijos.
No se trata de imponer criterio alguno. Se trata de fomentar el pluralismo y la diversidad. Hoy, la escuela mixta es un dogma. Un dogma porque para muchos el ideal de la escuela mixta es igual a una educación mejor. Pues bien, este dogma, cuando menos es discutible. Por varias razones. Porque la educación diferenciada es mucho más accesible para los alumnos con menos ingresos. Porque resulta que los que proceden de familias con escasos recursos y viven en entornos problemáticos son los que mejoran más sus resultados al asistir a clases sólo para chicos o sólo para chicas según demuestran las estadísticas en la materia. Y, porque, dado que la enseñanza pública es mixta, quienes más podrían beneficiarse de la educación diferenciada son quienes más difícilmente pueden acceder a ella. La clave, repito, es que el Estado cumpla su función de garantizar los derechos y libertades y que, por tanto, se facilite la elección.
La realidad, aunque a algunos no les guste, camina de la mano de la libertad y del pluralismo. En Alemania, desde 1998 varios Länder ofrecen clases de matemáticas en régimen de educación diferenciada. Y, en Australia, Estados Unidos y Reino Unido dentro de la escuela pública, la Administración pública hubo de aumentar el mero de escuelas diferenciadas para atender a la demanda de las familias.
Sin embargo, en España parece que se sigue enarbolando la bandera de la educación mixta como dogma, como expresión de un pensamiento único moralmente superior, sin importar si es o no eficaz y si cercena la libertad. Aquí, incluso se intenta excluir de la financiación pública a los colegios concertados que no sean mixtos en un ejercicio verdaderamente perverso de politizar la educación hasta el paroxismo. La razón: no se puede discriminar en la educación por razón de sexo. Es decir, se piensa que la educación diferenciada discrimina cuando es una opción entre varias. Lo que si discrimina, y no poco, es la exclusión y condena al ostracismo a quienes no entren por el carril único que se impone desde el vértice y la cúpula de la tecnoestructura.
En el fondo, es lo de siempre. El miedo, el pánico de los que mandan a pensar en las necesidades y aspiraciones legítimas de la gente. Lo importante, piensan, es el control social y que cunda esa consigna que tanto gusta a algunos: prohibido pensar y cuidado, mucho cuidado, con las diferencias. El actual ministro, en un ejercicio político que le honra, acaba de criticar esta asombrosa sentencia del Tribunal Supremo recordando que libertad y derecho no son conceptos idénticos. Todos tienen derecho a la educación, por supuesto. Y todos los padres tienen derecho a elegir el modelo educativo de su preferencia según la vigente Constitución, ¿no es así?.
Jaime Rodríguez – Arana
Catedrático de Derecho Administrativo