Interés general y derecho administrativo
El Derecho Administrativo se ha dedicado por largo tiempo a garantizar y asegurar el ejercicio de los derechos individuales de los ciudadanos. Ahora, sin embargo, los postulados del Estado social y democrático de Derecho y las exigencias del interés general, nos invitan a pensar en un nuevo Derecho Administrativo también comprometido con los derechos sociales fundamentales pues la dignidad del ser humana se refiere a la persona también en su dimensión social.
El interés general, por mucho tiempo vinculado a la protección, defensa y protección de los derechos civiles y políticos, ahora debe abrirse a la defensa, protección y promoción también, ahora sobre todo, de los derechos sociales fundamentales. Por una razón bien obvia, porque los derechos fundamentales de la persona, lo han confirmado y ratificado hasta la saciedad las principales Cartas y Declaraciones Internacionales en la materia, son universales e inescindibles, porque son y pertenecen al ser humano y, por ello, forman parte indeleble de la misma condición de miembro de la especie humana al estar inscritos en la misma dignidad que caracteriza y reconoce a las personas. La categoría de los derechos fundamentales es única y su régimen jurídico, también en lo que respecta a la protección jurisdiccional no admite despliegues o proyecciones diversas según circunstancias de oportunidad o conveniencia política.
Si convenimos en que la dignidad del ser humano es la piedra de toque del Ordenamiento del Estado social y democrático de Derecho, tendremos que empezar a actualizar y replantear todas las categorías e instituciones jurídicas en esta dirección. Una dirección, quien podría imaginarlo, que en este tiempo va contra corriente a causa de la intensa mercantilización de la vida social, política y cultural, también de la actividad pública.
Por eso, merece la penar recordar que la dignidad humana es de tal calibre y condición jurídica que se yergue, omnipotente y todopoderosa, frente a cualquier embate del poder político o financiero por derribarla, por lesionarla o por laminarla. Por eso, cuando por alguna causa, esa dignidad es lesionada, en el grado que sea, por acción u omisión de Entes públicos, el Derecho Público se nos presenta como la fuente para restaurar de inmediato la dignidad violada para que el ser humano en todo momento pueda estar en las mejores condiciones posibles para desarrollarse libre y solidariamente.
El Derecho Administrativo, como bien sabemos, ha sido a lo largo de la historia objeto de muchas definiciones y de variadas aproximaciones, tantas casi como autores han escrito sobre el particular. Desde la idea del poder, pasando por el servicio público o por la noción de equilibrio entre prerrogativa y garantía, se han sucedido muchas formas de entender esta rama tan importante del Derecho Público. Entre nosotros, por largo tiempo prevaleció una perspectiva subjetiva que focalizaba la cuestión en la Administración pública como punto central de nuestra disciplina. Eran los tiempos del primado del Estado liberal de Derecho, los tiempos en los que la potencia de la luz revolucionaria imponía sus dictados y más o menos, con mayor o menor intensidad, se pensaba que el Derecho Administrativo cumplía su tarea ofreciendo una panoplia de instituciones y categorías capaces de restaurar los nocivos efectos de una Administración acostumbrada al privilegio y a la prerrogativa.
Pues bien, a pesar del tiempo transcurrido desde la formulación del Estado social y democrático de Derecho no son muchos los estudiosos del Derecho Administrativo que han caído en la cuenta de que el Derecho Administrativo es algo más que un Ordenamiento dispuesto para reaccionar jurídicamente contra el exceso del poder, contra la desviación del poder. Es, sobre todo y, por encima de todo, un Ordenamiento para la protección, defensa y promoción de la dignidad humana y sus derechos fundamentales. En esto consiste, lisa y llanamente, el interés general de un Estado social y democrático de Derecho. Un interés general que en este tiempo de pandemia se ha utilizado en tantas latitudes, también por estos lares, para la dominación, para el amedrentamiento de la población, para, en una palabra, regresar a la tiranía y el despotismo.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana
Cuba Libre
Las recientes manifestaciones a favor de la libertad en Cuba, aun sin ser multitudinarias, reflejan algo muy importante. La ciudadanía va perdiendo el miedo la represión del régimen comunista y está harta de las condiciones de vida en que se encuentran. Para entender lo que está pasando es menester recordar, entre otros episodios recientes, la muerte del preso político Orlando Zapata, el desafío del disidente Guillermo Fariñas, la movilización de las Damas de Blanco, en la isla y en Miami, y el rearme moral de los numerosos presos políticos que se encuentran en las cárceles castristas.
Las manifestaciones del 11-J a favor de la libertad apuntan a que estamos asistiendo a un nuevo episodio, ojalá sea el definitivo, de la lucha por la libertad en Cuba. Al menos, en estos momentos, por sorprendente que parezca, la opinión pública tiene acceso aunque sea limitado a lo que pasa en la isla.
El mundo entero está comprobando hasta qué punto la dictadura castrista no ha sido más que un engaño más del comunismo. No hay más que ver las condiciones en las que vive la mayor parte de los habitantes de la isla. La mayoría viven en una situación de pobreza, más o menos expresa, que contrasta con la opulencia que caracteriza a los miembros de la nomenclatura del partido. No hay libertad de expresión, no hay libertad de educación, no hay libertad de prensa: no hay libertad.
También está cambiando la percepción de algunos intelectuales y artistas en Europa con relación al sistema político cubano. La defensa cerrada de Diaz-Canel no parece ser ya señal de identidad del progresismo. Quienes le justifican cada vez son menos. El caso español es bien elocuente. El propio cantautor cubano, Silvio Rodríguez, histórico defensor del régimen, ahora, al calor de los últimos acontecimientos, afirma que hay que superar la erre de revolución y ser sensibles a un país que pide a gritos una evolución, agregando que es momento, el actual, propicio para revisar muchas cosas, conceptos y hasta instituciones. Otro famoso cantante cubano, Pablo Milanés, decía no hace mucho desde nuestro país que Cuba debe avanzar con nuevas ideas y hombres nuevos porque el sol enorme que surgió en 1959 está lleno de manchas al haberse puesto viejo. ¿Qué opinará el régimen de estos dos famosos artistas que han hasta no hace mucho se encargaban de cantar las loas y alabanzas del sistema político implantado por Fidel Castro?.
En relación con la situación de los presos políticos, el actual canciller del régimen, Bruno Rodríguez, ha sido el encargado de la defensa del castrismo. Para el ministro de asuntos exteriores del régimen, Cuba, como cualquier otros Estado soberano, no puede aceptar presiones ni chantajes. En su opinión, tanto Zapata como Fariñas no son más que agentes de los de siempre: están manipulados por los responsables de la subversión en Cuba, que ahora, según el portavoz internacional del castrismo, han puesto en marcha una gran campaña mediática para desacreditar la revolución y exagerar cualquier cosa que acontezca en la isla.
A través de internet, también los más jóvenes blogueros disidentes se han unido a la lucha. Está por ver, sin embargo, si la lucha de estos valientes hombres conecta masivamentecon las aspiraciones de un pueblo que, de una u otra manera, probablemente por desconocimiento de lo que es el mundo libre, continúa aferrado a un oscuro sistema de supervivencia que los ha alienado hasta prácticamente de por vida. El 11-J, sin embargo, parece que se ha entonado un basta ya de carácter irreversible. Mientras, por aquí, como se ha comprobado esta semana, todavía quedan “progresistas” que siguen defendiendo la represión y la cárcel para quienes no se se someten a la dictadura.
En fin, esperemos que el 11-J haya comenzado el ocaso del comunismo y de la represión en Cuba y que pronto la isla caribeña regrese a la democracia y a las libertades.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana
Libertad de prensa en tiempos de COVID-19
Estos días se celebra el día mundial de la libertad de prensa. Justo en tiempos de coronavirus, con un Estado de alarma formal, de excepción real, en el que la libertad de prensa, como otros derechos fundamentales, es sometido a restricciones propias de un sistema autoritario.
En efecto, el retroceso de la libertad de prensa en España en durante la pandemia es proverbial, de manual, a la vista de todos. No sólo porque el control de los medios, especialmente en el área televisiva, a los que estos días se ha regado con jugosas subvenciones, lesiona el pluralismo que el poder público debiera promover, especialmente en tiempos de limitaciones de los derechos, tal y como manda la Constitución. También y, sobre todo, porque las restricciones en las comparecencias públicas de los dirigentes, cuándo se producen, a veces con cuenta gotas, tienen con frecuencia un formato en el que quien selecciona las preguntas, es quien debe contestar, algo insólito en un régimen de libertad de prensa digno de tal nombre.
El paso del tiempo debería conducirnos a formas más abiertas de democracia, a mayores facilidades para el ejercicio de la libertad, sobre todo cuando la amenaza del Estado policía se ciernes sobre nosotros. Sin embargo, lo que por estos lares se percibe es, más bien lo contrario. La Constitución, sin embargo, manda al poder público fomentar la libertad y remover los obstáculos que impidan su cumplimiento tal y como dispone el más preterido y violado, en este tiempo, de todos los artículos constitucionales: el artículo 9 en su parágrafo segundo.
Las libertades se lesionan sin mayores problemas por el poder, que poco a poco ha ido dominando los sistemas de control, asegurándose espacios importantes de manipulación social. No es de ahora, ahora lo que percibimos es un salto de calidad en el control.
El problema no es reconocer la lamentable realidad. El problema reside en comprobar hasta que punto el grado de control social poco a poco, ahora con descaro, trata de silenciar la conciencia de la ciudadanía. Esta es la cuestión: que el pueblo se despierte y recupere la ilusión por reaccionar frente al autoritarismo. Que se ilusione, de nuevo, hoy como hace décadas, por la lucha por las libertades.
La tarea no es nada sencilla. Llevamos bastante tiempo en una democracia formal en la que los gobiernos, de uno u otro signo, unos más que otros, solo piensan en granjearse el favor de la prensa a través de toda suerte de artilugios y operativos. Hoy lo vemos descaradamente. En este marco, la calidad de las libertades, por ejemplo, es secundario. De aquellos polvos, estos lodos.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana
Sensibilidad social y nuevas políticas públicas
Una de las características que mejor define, junto a la mentalidad abierta y a la capacidad de entendimiento, las nuevas políticas y a sus dirigentes, es la sensibilidad social. En efecto, la sensibilidad social, actitud solidaria,Read more
La opinión de los ciudadanos
En este tiempo se suceden con alguna frecuencia encuestas, sondeos y consultas en los que se pregunta a los ciudadanos acerca de la crisis, de sus causas, de sus posibles soluciones. Todas, más o menos, sean realizadas con fondos públicos o privados, coinciden en destacar que en este momentos siendo importantes los recortes lo fundamental es la recuperación económica y la creación de empleo. Las medidas que cuentan con más seguidores son: reducir la estructura de la Administración y gravar con un impuesto especial a las grandes fortunas. En este sentido, las personas consultadas entienden mayoritariamente que es necesario reducir los gastos de los políticos, incluso su número, pues estiman, es una obvia realidad, que en España hay demasiados cargos públicos, demasiados coches oficiales y demasiadas subvenciones, muchas de ellas para actividades improductivas y, a veces, inconfesables.
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