La vida está llena de paradojas. Unas se entienden mejor, otras peor. Desde luego, probablemente nunca se haya hablado y conferenciado tanto sobre los derechos humanos y, sin embargo, nunca ha sido tan alto el grado de su vulneración en tantas partes del mundo. En el mismo sentido, no se comprende cómo es posible que se muera tanta gente de hambre en el mundo y sin embargo se constate que se  pierde o desperdicia el 30 % de los alimentos producidos.
En efecto, el informe trimestral  del Banco Mundial sobre los precios de las materias primas llega a esta amarga e inexplicable conclusión. Una conclusión que debiera de alguna manera facilitar que los gobiernos pongan en marcha medidas orientadas a evitar que esta lacerante paradoja siga siendo una lamentable realidad en este tiempo. En España el ministerio de agricultura ha reaccionado con la campaña “Más alimento, menos desperdicio”, veremos con qué eficacia.
Es decir, si se producen anualmente,  como señala este informe,  4.000 millones de toneladas métricas de alimentos en el mundo, se pierden o desperdician entre 1.000 y 1.300 millones de toneladas. La mayor parte de las pérdidas y desperdicios se producen en el consumo, un 35%, en la producción se va el 24%,  y en el proceso del almacenamiento y gerenciamiento el restante 24%. Ciertamente, estos dígitos son inaceptables y debieran contribuir a estilos de vida más solidarios que debieran practicarse desde temprana edad.
2014 ha sido declarado año europeo contra el desperdicio por el parlamento Europeo. En realidad, esta realidad tan lacerante muestra una de las fauces más inquietantes de la crisis en que vivimos. El dominio del individualismo sobre la solidaridad. ¿Qué otra cosa se puede pensar de quienes sabiendo que hay millones de seres humanos que se mueren en el mundo por falta de alimentos es capaz de desperdiciar los alimentos?.
España es el sexto país de la UE que más alimentos en ben estado desperdicia según las autoridades de Bruselas. Cerca de 28 kilos año por persona son desechados. Mientras, aumentan los usuarios de Cáritas o los Bancos de Alimentos porque hay también entre nosotros miles y miles de personas que pasan hambre.
Son datos que deben mover al sentido de responsabilidad social de los ciudadanos que, más allá de golpear nuestras conciencias, deben llevar a acciones concretas hacia la solidaridad, hacia el compromiso real y cotidiano con los que pasan hambre, cada vez  más, también entre nosotros.
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo.