El informe PISA pasa por ser uno de los principales análisis comparados acerca de la calidad de la educación a nivel global. Año tras año, España ocupa las últimas posiciones. Los responsables del ramo, sin embargo, miran para otro lado. Parece que no sea una cuestión que les afecte demasiado pues se consuelan con los malos resultados de otros países. Definitivamente, en la agenda política, mejorar la enseñanza no es una prioridad. No lo es porque no interesa, de ninguna de las maneras, formar hombres y mujeres son sólidos conocimientos. Menos todavía, contribuir a poner al servicio de la sociedad personas con criterio, con mente abierta, pensamiento plural y capacidad crítica. La razón es obvia y no merece mayores comentarios: mantener, y consolidar si es posible, la dependencia social y la servidumbre ciudadana a base de  un control y una manipulación sutil pero pertinaz que ha producido pingues beneficios para ciertas terminales tecnoestructurales bien conocidas.
Ahora, otro informe de referencia, el de  indicadores de la OCDE sobre la educación vuelve a recordarnos nuestra amarga realidad. España lidera el ranking de abandono escolar temprano con el 23.5 % de jóvenes que no siguen sus estudios. Un interesante estudio de los expertos González Fernández y Rodríguez Pérez titulado “Los orígenes del fracaso escolar en España” ponen blanco sobre negro algunas de las razones de este desaguisado.
Entre las causas de este abultado abandono escolar se encuentran el nivel socioeconómico,  la excesiva utilización de videoconsolas e internet para actividades digamos extraescolares, el poco uso del ordenador para el estudio, el retraso en la realización de los deberes, la puntualidad en las clases, la convivencia con un solo padre biológico o, por ejemplo, la diferenciación sexual.
El estudio constata que los alumnos de mayor nivel socioeconómico repiten menos, lo que debiera mover a las autoridades en general, en lugar de a recortar derechos sociales, a procurar de verdad romper las brechas sociales cada vez por cierto más amplias, también en nuestro país. Cuantas más horas pasan los chicos en la videoconsola y en el ordenador con fines lúdicos, peores notas, lo que invita a los padres a asumir tareas de inteligente acompañamiento a los hijos en estas circunstancias. Obtienen peores resultados los alumnos que no emplean nada o casi nada el ordenador para estudiar. Los estudiantes que dedican más tiempo a los deberes sacan mejores calificaciones. Son más propensos a repetir curso los que llegan habitualmente tarde, o no llegan, a las clases pues el comportamiento racional y equilibrado favorece el éxito escolar. También repiten menos, o no repiten normalmente, los alumnos que han cursado dos o más años de educación preescolar. El volumen de la biblioteca en el hogar está inversamente relacionado con la repetición de curso. Los estudiantes que conviven con uno solo de sus progenitores tienden a repetir más. Y, finalmente, las alumnas también suelen repetir menos que los alumnos.
Con semejante  índice de fracaso escolar temprano, a la cabeza en la UE,   el sistema educativo español aparece, es lógico, como uno de los menos inclusivos y equitativos. En comprensión lectora, si bien hemos mejorado algo, estamos todavía lejos del promedio. En matemáticas seguimos por debajo de los sistemas de cabeza. Es decir, estamos por debajo de la media. Eso se llama suspenso y cuando se suspende es que no se ha superado la asignatura. Sin embargo, por estas latitudes, ni se toma conciencia de la realidad ni se adoptan las medidas encaminadas a superar esta dolorosa situación. Los gastos en educación son homologables por lo que las causas del suspenso no van por esta senda.
En fin, que hay mucho que hacer para mejorar un sistema educativo que se ha dejado manejar a los políticos sin escuchar generalmente la voz de los profesores y de los padres. Tan importante es este tema que debería de una vez buscarse un gran acuerdo entre todos los que tienen algo que aportar. Es tan relevante la cosa que no se puede dejar solos a los políticos, ni solos a los profesores, ni solos a los padres. Entre todos, si se piensa en el país y en la mejora de la sociedad es posible que se planteen los desafíos que tenemos en la materia de otra forma, de una manera menos apegada a los privilegios, a los deseos de conservación del poder y la nula exigencia. Hasta ahora sabemos a dónde nos conduce la ideologización, el corporativismo y la ausencia de rigor en la transmisión del conocimiento. Busquemos, pues, otros caminos, que haberlos, los hay. Vaya si los hay. No hay que mirar muy lejos.
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es