Jeffrey Pfeffer es catedrático de la Escuela de Negocios de la Universidad de Stanford, uno de los principales centros intelectuales de dirección de empresas del mundo. Pues bien, en opinión de dicho profesor, “las personas son las auténticas creadoras de valor para las empresas”, una frase obvia, evidente, aunque, como sabemos, no tan practicada en la realidad cotidiana.
En opinión de este especialista en Ética empresarial, en nuestros días no es infrecuente que las empresas, en su afán por el beneficio, se deshumanicen. Es más, no es razonable que los empresarios paguen salarios más bajos para ganar más dinero. Según Pfeffer, el camino correcto consiste en dar un buen trato a los trabajadores para que su rendimiento sea mejor y así crezcan los beneficios. Pagar lo menos posible para ganar más es un error que a la larga se paga, y muy caro, demasiado caro.
Otro asunto sobre el que se cuestiona el profesor Pfeffer es el relativo a la naturaleza de los incentivos. Para él, es mejor que los estímulos por rendimiento sean para el grupo, no para los individuos pues, en caso contrario, se generará una competencia poco sana. Se inclina por la formación continua de los trabajadores, entre cuyas enseñanzas debería figurar la Ética empresarial como parte de la educación integral teniendo presente que la Ética es, más que una asignatura, una forma de entender la vida.
Un punto importante aborda el catedrático norteamericano en sus escritos es el de la coherencia o congruencia entre los principios y la práctica. En concreto, señala que es difícil ser honrado en un campo y corrupto en otro. En su opinión, en los casos de grande fraudes se demuestra, Enron por ejemplo, que los directivos que roban en un sitio, roban en todas partes.
Otra cuestión que se plantea el profesor de Stanford es si la consabida máxima de que se es lo que se tiene no acaba jugando una mala partida a quien la practica. En su opinión: “lo irónico del caso es que al final de nuestros días dejamos todo lo que hemos poseído. He estado en muchos funerales y al final lo que se descubre no es el currículo del finado, ni sus propiedades, sino su influencia en las personas de su entorno, con las que ha convivido”.
Para terminar, me parece de interés llamar la atención, con Pfeiffer, sobre este dato: algunas de las empresas de mayor éxito en Estados Unidos son las que han sabido compatibilizar las actitudes éticas con el binomio empleado-ser humano. “Estos conceptos son críticos en un mundo en el que el factor intelectual es una clave esencial…Volviendo al aspecto de la humanización del trabajo, deben ofrecerse a los trabajadores unas condiciones de trabajo buenas, en las que puedan compatibilizar la vida profesional con la familiar”.
El gran problema del trabajo en este tiempo es su consideración de medio y no de fin. Cuando el trabajo no es un medio para la humanización de la realidad, cuándo se convierte en un fin en si mismo, cuándo lo único prioritario es el beneficio, entonces, como dice Pfeiffer “sucede lo que podemos observar actualmente: disminuye la lealtad a la empresa por parte de los empleados y se busca la satisfacción y realización personales fuera del contexto del trabajo”.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo.
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