Los manuales de managment al uso, unos más que otros ciertamente, suelen recomendar a los dirigentes que si quieren salir airosos de los diferentes desafíos que deben afrontar, que tomen la iniciativa, que ganen la posición. Tal recomendación es bien comprensible porque, en sentido contrario, el líder que siempre va a remolque, que siempre está a la defensiva, el directivo que pierde la posición, tarde o temprano tendrá que reconocer su fracaso.
Adelantarse a los acontecimientos, ver con anticipación los problemas y actuar en consecuencia es cierto que no es dado al común de los dirigentes. Los que han recibido este talento, y lo practican, suelen ser líderes con prestigio entre los suyos, con autoridad moral y capacidad de ponerse siempre en la situación del otro, en los mocasines del otro reza un famoso dicho popular yanqui.
En las situaciones de zozobra, de crisis, tal carácter en quien dirige equipos es particularmente relevante. Tomar la iniciativa consiste, en estos casos, en hablar claro a los perjudicados, pensar en ellos permanentemente para adoptar medidas que palien su situación. Es decir, el líder en estos casos se hace presente a los que peor lo pasan y encomienda a sus directivos que, por encima de todos, piensen en estas personas para la toma de decisiones. Si, por el contrario, adoptara decisiones que mantienen los privilegios de sus colaboradores y alimentan oficinas o dependencias innecesarias mientras castiga a sus clientes, a los usuarios de la empresa que preside, poco a poco se irá levantando una polvareda de desprestigio y de rencor que en algún momento estallará y terminará como suelen finalizar estos procesos cuándo así se conducen.
Ganar la posición en los partidos de basket no es sencillo, Hay que llegar antes que el contrario y esperar al rebote, que podrá capturar en mejores condiciones que su adversario precisamente por haberse anticipado a él.. Es verdad que en ocasiones anticiparse demasiado es peligroso porque hay que llegar en el momento justo, ni antes ni después. Otra opción es esperar al fallo del contrario, pero en esta situación las más de las veces, cuándo se juega en primera división, lo más probable es que se llegue demasiado tarde. En otras manifestaciones de la vida, esperar demasiado, llegar tarde, suele traer, tarde o temprano, la derrota.
Hay muchos dirigentes que llegan a ciertos cargos de responsabilidad, no por sus méritos, sino porque otros no han querido o porque concurren en ellos ciertas condiciones subjetivas al margen de una capacidad real y contrastada de rectoría y dirección. En estos caso, mal asunto si el seleccionado está convencido de que llega por su valía personal. Tarde o temprano la realidad le colocará en su sitio.
La máxima lampedusiana del cambiémoslo todo para que todo siga igual surte efecto cuándo se pretende mantener el estatus quo como sea, cuándo se aspira astutamente a estar siempre en el vértice. En estos casos, el promotor de los cambios suele venir del antiguo régimen y su obsesión de permanecer en la poltrona le lleva a reinventarse y, si precisa cargarse a sus compañeros de viaje, lo hace sin pestañear. Cuándo hay que hacer cambios, no digamos grandes transformaciones, cuándo hay que abrir las ventanas de la organización, quienes han contaminado el ambiente no están en condiciones, de ninguna manera, de seguir al frente. El tiempo se terminó y es momento para otros.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es