No hace mucho tiempo, una dirigente empresarial de este país manifestó, como es bien conocido,  que el embarazo para una trabajadora era un impedimento para la promoción laboral. Ahora, nos enteramos que en los EEUU varios bancos y aseguradoras han sido multados por negar préstamos a mujeres embarazadas, como si tal situación fuera digna de castigo.
En efecto, por más que nos pese, todavía pervive una sutil, o brutal, discriminación hacia las mujeres embarazada. Como resulta que en tal estado deben descansar más y disponer de determinadas licencias, al ser considerar al trabajador como una persona a la que hay que sacar el máximo partido, los embarazos están mal vistos por determinados dirigentes.
En algunos supuestos, ante la denegación de préstamos inmobiliarios, el departamento de Vivienda y Desarrollo humano  de EEUU ha tenido que sancionar a los bancos y aseguradoras que consideraban como una discapacidad o una enfermedad traer un hijo a este mundo. Tal proceder, en el fondo, es consecuencia de una mentalidad anticonceptiva que lesiona el derecho de la mujer a ser madre, que considera la fertilidad de la mujer como algo negativo.
En este contexto de capitalismo salvaje que dificulta el derecho a la maternidad, encontramos, sin embargo, planteamientos  humanos y solidarios que merece la pena comentar, si quiera sea brevemente. Por ejemplo, si en lugar de perseguir el embarazo, se facilita, también laboralmente, que ninguna mujer que tenga dificultades económicas o sociales para ser madre deje de serlo si es su voluntad, entonces cambiaría el panorama. Así,  lo que es discriminación  es discriminación, y no enfermedad o discapacidad, como han argumentado algunos bancos y aseguradoras para denegar créditos y seguros a estas personas que han decidido nada menos que ser madres.
Efectivamente, se trata de eliminar los obstáculos sociales  y económicos  existentes, que no son pocos, para  que las mujeres que verdaderamente lo deseen se puedan quedar embarazadas sabiendo que dispondrán de todas las ayudas necesaria . Para ello es menester de verdad ofrecer a las mujeres que quieran ser madres todo el apoyo que precisen tras un embarazo imprevisto o problemático. Y, sobre todo, es imprescindible abrir un espacio claro e inequívoco que termine de una vez por todas con las desigualdades derivadas de ser mujer y madre. Algo, es obvio, que requiere de convicciones firmes y de pedagogía.
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es