El primer ministro italiano es, desde luego, el político de moda en Europa. En las elecciones al parlamento europeo del 25 M consiguió lo que parecía imposible. Duplicar y dejar fuera de juego a los populistas del movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo y, por si fuera poco, convencer a muchos votantes del centro derecha italiano a sumarse a su proyecto político. El mismo señaló cuándo empezó su plan de reformas que para vencer al populismo y al radicalismo, que por momentos se instala a gran velocidad en la vieja y enferma Europa, especialmente entre nosotros, es menester ofrecer a los ciudadanos medidas creíbles, reformistas, tomando la iniciativa y hablando directamente al pueblo a través de una ingente tarea de pedagogía política.
No sólo está acometiendo urgentes reformas políticas en Italia a un ritmo vertiginoso, también propone agarrar el toro por los cuernos en asuntos tan delicados como la inmigración expresando su deseo de que la UE se comprometa con medidas concretas como la creación de un cuerpo de policía de fronteras y una guardia costera también de dimensión supranacional.
La agenda de reformas que ha puesto en marcha en su país es ciertamente una apuesta arriesgada que puede chocar con una clase política y una forma de hacer las cosas que seguro se resistirá a los cambios. Sin embargo, hasta el momento, consciente de que el viento sopla a su favor porque la gente está cansada de los escándalos del pasado, sabe que la ciudadanía le ha dado un cheque en blanco para que intente lo que otros no han podido o no han querido hacer. Ahí está reforma territorial, la reforma del Senado y la reforma de la ley electoral. Todo realizado en un tiempo record porque conoce bien al pueblo italiano y sabe manifestar con coherencia sus convicciones, sin perder el tiempo en chalaneos impropios de quien de verdad está condicionado por el interés general, no por la obsesión por el poder.
El secretario del partido demócrata italiano, al frente del gobierno por designio del expresidente Napolitano, es consciente de que el espacio del centro necesita ser ocupado y, comprometido en esa tarea, ha conseguido el 25M votos a la derecha y a la izquierda. En Italia lo ven como un líder dispuesto a pilotar los cambios y como un político decidido, además, a hacerse fuerte en Europa y exportar sus recetas y reformas.
Ahora, tras las elecciones en España del 20.D,Mateo Renzi, ni corto ni perezoso, afirma que Europa debe cambiar su política económica y mostrar, dice el presidente del consiglio italiano, un poco de humanidad. En efecto, en España se ha seguido a pies juntillas el manual impuesto desde Europa y se han acometido, sin importar sus consecuencias, una serie de recortes en diferentes ámbitos que han sumido a la clase media y baja en una situación de penuria y dificultades sin precedentes. Lógicamente, a las primeras de cambio, cuando se le ha preguntado a la ciudadanía su opinión sobre el actual gobierno, la respuesta no se ha hecho esperar. De entrada más de tres millones de votantes han dado la espalda al Partido Popular, sumido ahora en una crisis sin precedentes, que presumiblemente se zanjará de forma burocrática colocando a la formación en la peor situación de su historia.
Las políticas tecnoestructurales dictadas desde una Europa fría y distante que parece solo procurar el beneplácito de las cúpulas financieras, están cosechando fracasos estrepitosos. En Grecia y también en España. Por eso, aunque el propio Renzi se desmarca de Podemos y de los movimientos populistas y demagógicos, reconoce que es menester poner coto a los burócratas de Bruselas y a una Europa sin alma y que es necesario combinar inteligentemente el rigor en las cuentas públicas con la sensibilidad social.
En Italia al menos están inmersos en un proceso de reformas que pilota un político con convicciones, con personalidad, que hace continuamente pedagogía política, que da la cara, y que no está obsesionado con la permanencia en la poltrona. Así son las cosas, y así les va a unos y nos va a otros.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana
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