Los partidos políticos, como cualquier organización, tienen el compromiso, por el hecho de constituirse, de luchar por la consecución de sus fines propios. Ahora bien, esta aspiración es bidireccional, porque la sustenta en primer lugar quien participa y organiza el trabajo interno, así como los destinatarios  naturales de la actividad que se realiza. Así, ante el posible éxito de la iniciativa, habrá que considerar que los primeros beneficiarios sean los propios autores de la actividad, que supieron concretar una idea, un proyecto, una estrategia que se traducen en un resultado que pusieron al servicio de la sociedad, que también se reconoce mejorada por ese producto, por ese servicio.

De este esquema -que no pretende obviar la complejidad de los procesos- pueden extraerse las consecuencias que se derivan cuando la finalidad de la actividad no reside en el servicio o en los bienes que se ofrecen, sino que se instala en el bien de la propia organización y de sus dirigentes. Cuando tal cosa sucede en el ámbito de las organizaciones políticas, los resultados son manifiestos. En efecto,  la organización se convierte en fin: se burocratiza, los llamados aparatos cobran protagonismo absoluto. No se abren; se cierran, pierden los vínculos con la realidad social. Y, en última instancia, cuando no hay un proyecto que ofrecer más que la propia permanencia que se considera un bien por sí, el centro de interés estará en el control-dominio, que será la mejor garantía de subsistencia. La autoridad moral se derrumba, la iniciativa se pierde, el proyecto se vacía, y la organización se vuelve autista, sin capacidad para detectar los intereses de la gente, sin sensibilidad para captar las nuevas necesidades sociales.

En cambio, una organización que mira eficazmente a los bienes que la sociedad demanda y que permitirá hacerla mejor, es capaz de aglutinar las voluntades y de concitar las energías de la sociedad. Atiende a los ámbitos de convivencia y de cooperación, se convierte en centro de las aspiraciones de una mayoría social y en perseguidora del bien de todos. Esto es ocupar el centro social, o más bien, estar centrada en el interés social, no simplemente en el interés de una mayoría social.

Jaime Rodríguez-Arana

@jrodriguezarana