La llegada de Mateo Renzi a la presidencia del “Consiglio” y ahora a la presidencia rotatoria de la Unión Europea está acaparando buena parte de los comentarios y análisis acerca de las nuevas formas de estar y hacer política.
Es verdad que Mateo Renzi ha diseñado para el país trasalpino un ambicioso programa de reformas que, obviamente, están por aplicarse y que el tiempo nos dirá si las resistencias de la vieja política detendrán al flamante presidente del ejecutivo italiano en su empeño reformista. Sin embargo, lo que no se puede poner en duda es la determinación, el compromiso y el riesgo que está asumiendo el antiguo alcalde de Florencia.
Por ejemplo, llama la atención y no poco, no sólo el lenguaje que utiliza en sus comparecencias, bastante numerosas por cierto, sino el nivel de compromiso y convencimiento con el que se expresa. Algo que contrasta con el tono plano que caracteriza a muchos de los dirigentes de otros países.
Estos días, Renzi, aprovechando las críticas formuladas por el presidente del Banco Central Alemán, Weidmann, a las políticas emprendidas por el premier italiano, ni corto ni perezoso ha recordado que Europa no es de los banqueros sino de los ciudadanos. Una expresión bien clara y nítida que al menos formalmente transmite una idea democrática bien interesante. Que las instituciones públicas no son ni de sus dirigentes sino del pueblo llano. Una idea, por cierto, que en la realidad todos sabemos la aplicación que tiene.
Renzi no admite, es lógico, que uno de los guardianes más ortodoxos, casi dogmáticos, de la lucha contra el déficit,  el presidente del Bundesbank, haya cuestionado la idea de que el déficit debe ser relajado para que la política económica esté al servicio de las personas. En efecto, Renzi patrocina la idea de que el crecimiento debe estar orientado a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos y que no se puede mantener una idea estática y dogmática del déficit.
Es cierto que en el pasado la irresponsabilidad, también en Italia, condujo a endeudamientos masivos e irracionales que, sin embargo, se han cargado a las espaldas de los ciudadanos mientras que quienes más han coadyuvado a la mala gestión prácticamente se han ido de rositas. Es verdad que una buena administración pasa por la estabilidad y el equilibrio financiero. Quien podrá negarlo. Pero también es verdad, y es algo muy cierto, así lo pone de manifiesto el artículo 31 de nuestra Constitución, que la equidad debe ser un componente básicos de los programas de gasto público.
Renzi es hoy, en Europa, una voz reformista que ha iniciado un  conjunto de  reformas en prácticamente todas las áreas del gobierno. Se trata de un político diferente al aburrido conjunto de burócratas que dominan el espacio europeo. Usa un lenguaje nuevo y de alcance materialmente democrático con afirmaciones en las que compromete su actuación.  La cuestión es si sus medidas y sus explicaciones, contínuas y muy pedagógicas, calan en una ciudadanía hastiada de tanta promesa incumplida y de tanta corrupción como también habita en la península itálica.
En fin, el tiempo nos mostrará si estamos ante un líder democrático en sentido estricto o ante un vendedor de humo, de palabras y de fantasías sin fundamento en la realidad. Es cuestión de meses, de poco tiempo.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es