Se cumple este año el XXV aniversario del fallecimiento de Friedrich A.Von Hayek,(1899-1992), uno de los pensadores que mejor supo entender el liberalismo y adaptarlo al mundo contemporáneo.  Aunque no siempre fue bien entendido, como suele ocurrir con las mentes geniales, siempre trató de afirmar la libertad frente a los totalitarismos y de criticar la intervención asfixiante del Estado en la vida de los ciudadanos.
En efecto, Hayek, premio Nobel de economía en 1964, defendió la libertad individual frente a todas las formas de opresión y se caracterizó por una firme posición contra el dogma de que la omnipresencia del Estado era sinónima de prosperidad y felicidad para los ciudadanos.
Contaba 75 años cuándo recibió un Nobel compartido y a partir de entonces su obra y sus ideas fluyeron con intensidad en el panorama intelectual. Con anterioridad, sin embargo, son célebres su polémica con Keynes en la London School of Economics y  en Cambridge y su escrito de 1944 Camino de servidumbre. Pero, en realidad, durante largos años fue etiquetado como liberal furibundo, como exponente de la más rancia, vetusta y anacrónica de la escuela de pensamiento liberal.
Es verdad que Hayek tuvo mucha influencia en el pensamiento económico, y político, de los Gobiernos de Reagan y de Thatcher. Sin embargo,  a poco que se lee su obra y se analicen sus intervenciones orales, queda bien claro que sus posiciones son más propias de un viejo liberal estilo Burke que de conservador comprometido.
Era un liberal de verdad, y por ello, la sensibilidad social está presente en sus reflexiones. De ahí que hubiera podido afirmar que el Estado tiene la obligación de ayudar de aquellos que no pueden valerse por sí mismos en el mercado. Incluso, cuando abordó las funciones del gobierno en las democracias liberales, queda patente que su tesis no es abstencionista sino, más bien, moderada. Tanta libertad como sea posible y tanta intervención como sea imprescindible. Justo lo contrario de lo que suele practicarse  en este tiempo y por cuya causa estamos como estamos. Con una asfixiante intervención y con escasos espacios de libertad y de responsabilidad individual.
 
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana