En un mundo en continua y constante transformación, todas las instituciones y categorías buscan contextos abiertos, complementarios, flexibles y equilibrados en los que cada vez resplandezca con mayor intensidad la persona como elemento central. Pues bien, si hay una institución básica y fundamental para el desarrollo integral y equilibrado de la persona, esa es la familia. Por supuesto, es el contexto familiar en el que se adquieren las más elementales cualidades democráticas y donde se aprenden las más elementales actitudes sociales.

¿Por qué será que la familia es de las pocas instituciones que ha resistido, los embates del tiempo?. ¿Por qué será que sigue siendo la mejor escuela de valores y el entorno en que mejor se aprende a preocuparse por los demás?. ¿Por qué será que la familia es el mejor laboratorio de sensibilidad social?. Probablemente porque, entre otras cosas, hasta ahora no se conoce mejor entorno de humanización de la realidad.

En el escenario familiar se trabaja a favor del entendimiento, con mentalidad abierta y en un marco de profunda sensibilidad social. Sin embargo, el pensamiento único que se vuelca sobre el individuo como principio y fin de la realidad, la autoconciencia de uno mismo sin atisbos de relación hacia el exterior y, sobre todo, el egoísmo imperante hoy como consecuencia del individualismo que subyace al discurso moral actual, lucha denodadamente por desnaturalizar la familia hasta ponerla al servicio de una determinada concepción del ser humano, cerrada, unilateral, plana y sin capacidad de generar ambientes de equilibrio y de creciente humanización de la realidad.

Ciertamente, el tiempo que nos ha tocado en suerte se caracteriza por una excesiva valoración del individuo desconectado de la realidad. Por eso, me parecen de gran interés, y actualidad las aproximaciones que nos recuerdan que todo individuo es miembro de diversas comunidades e instituciones entre las que la familia es de las más importantes, y en las que se actualiza la libertad personal. En este sentido, uno de los pensadores más célebres del momento, el catedrático de sociología Amitai ETZIONI nos dice que “para que la exclusiva persecución de intereses privados no erosione el ambiente social, el individuo debe compartir, y en ocasiones someter sus intereses privados a los intereses de las comunidades a las que pertenece”.

El espejismo de la libertad absoluta no es, desde luego, patrimonio humano. Lo humano, por esencia, se mueve en entornos fronterizos y se realiza en contextos complementarios y compatibles. Por eso, la familia ocupa un lugar central en la existencia humana y, por eso, interesa a la colectividad que se potencie esa comunidad llamada familia en la medida en que así se potencia una dimensión integral, abierta y profundamente social de los ciudadanos.

Jaime Rodríguez-Arana

@jrodriguezarana