En un ambiente en el que reina la tolerancia intolerante, la creencia en la verdad es fuertemente censurada. Es más, afirmar que existe la verdad se considera no pocas veces un ejercicio de fundamentalismo. La  pluralidad, que se puedan expresar diferentes convicciones en el espacio de la deliberación pública, es algo que debiera ser normal. Sin embargo, cuando el relativismo es la única filosofía moral posible, entonces la vida misma se funda en que no hay verdades, en que no existe la verdad, que entonces se convierte en el dogma de esta nueva religión que aun presentándose sin límites y ataduras, somete a todos sus seguidores a profesar una fe ciega en el aserto único: no hay verdades, no hay verdad.
En realidad, si admitimos el pluralismo y la diferencia, habremos de convenir en que cada persona tiene derecho, si quiere, a buscar la verdad en la forma que le parezca más conveniente. En efecto, si admitimos que la verdad puede existir, que es posible acceder a ella, y que todos los seres humanos compartimos el deseo de encontrarla y vivir bajo su luz, la situación, como dice Casey, cambia completamente.
Desde esta perspectiva, no se renuncia a la diversidad, a la discrepancia, al escepticismo o a la controversia. Más bien se parte de que es posible buscar la verdad y de que si se encuentra es posible vivir bajo su guía. Tal camino, no el de la negación categórica, como dogma, de la existencia y acceso a la verdad, facilita que la confianza, la apertura y el respeto hacia los demás –en el marco de los diferentes compromisos morales-  sean características que identifican una forma de ejercicio de la libertad. Entonces, desde estas coordenadas, los valores del pluralismo y del respeto a las opiniones ajenas se nos presentan como exponentes de una forma de entender el mundo y la vida desde un ángulo más genuino, más liberado de los prejuicios y preconceptos en los que encalla el relativismo.
Como dice Casey, utilizando un ejemplo bien gráfico,  la verdad no es una respuesta dentro de una caja y tampoco es un garrote. Es el despliegue de la realidad en la cual cada uno de nosotros se encuentra. A dónde quiera que la búsqueda de la verdad nos conduzca, la aceptación común de que la verdad es lo que buscamos, altera sustancialmente las reglas del juego y nos saca del callejón sin salida al que inexorablemente nos lleva la tolerancia intolerante.
El ser humano, así como busca la felicidad y la belleza, busca la verdad, conocer la realidad. El problema reside en que las tecnoestructuras dominantes han decidido que la realidad debe ser mutada esencialmente a través de la inoculación continua y constante de ofertas que colocan a la filosofía relativista en la cúspide de la política, de la filosofía, de la religión. Claro, de otra forma no podrían manejar a los ciudadanos hacia sus objetivos.
 
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana