Las ideologías cerradas, que por su propia naturaleza son estáticas, provocan, en este momento de forma especial, una pasión por situarnos en la vida política y social desde las coordenadas del pensamiento bipolar: los de arriba y los de abajo, los de delante y los de atrás, los de la derecha y los de izquierda, los buenos y los malos. Estar posicionado -de un modo maniqueo- en la “izquierda, abajo y delante”, o en la “derecha, arriba y atrás”, ha traído consigo el olvido lamentable de la tradición cultural de la que procedemos y que contribuimos a crear. Los progresistas y los retrógrados, los explotadores y los explotados, los ricos y los pobres, además de términos simplistas son formulaciones que denotan una actitud de miedo a la libertad, a la riqueza plural de la gente, que no es reducible a etiquetas simplificadoras de su condición, y miedo a la búsqueda de soluciones creativas a los problemas que aquejan a nuestra sociedad.

El reencuentro necesario con las realidades individuales, personales, de la gente -que llevan implícitas su dimensión social- empieza por el reconocimiento de lo que no son más que prejuicios, para poder liberarnos de las hipotecas ideológicas y apostar por valores que nunca debieron dejar de ser comunes. Tan fuertes deben ser los prejuicios, que Moliere en una de sus  más conocidas obras, señaló  que sise les  quiere lanzar por la ventana, de inmediato intentan penetrar por debajo de la puerta.

No es la simplicidad una característica de las cuestiones sujetas al juego de la opinión. Las cuestiones opinables suelen ser complicadas: la experiencia y la madurez fundan la afirmación de que hay que tener en cuenta muchas circunstancias, y que a menudo hay conclusiones acertadas enmarcadas en opiniones que se encuentran enfrentadas. Las concepciones simplistas de la realidad son indicativas de pobreza discursiva o de inmadurez política y humana. Pero tal tipo de concepciones –aunque a veces disfrazadas en un aparato intelectual complejo y con frecuencia inaprensible- se encuentran también en las formulaciones ideológicas. Hoy están de moda, no hay más que ver los resultados electorales en tantas latitudes.

El pensamiento dinámico y compatible, como estilo intelectual que responde a la condición dinámica y a la complejidad de lo real, permite superar ciertamente las ideologías cerradas. No en el sentido de aislarlas y dejarlas sin lugar, que lo tendrán mientras haya gente con la disposición de adoptarlas, sino más bien en cuanto abren un espacio de pensamiento que rompe la bipolarización izquierda-derecha y que se caracteriza además por su carácter abierto, crítico, plural y antidogmático.

Está claro, sin embargo, que no nos separaron tanto las ideologías como la ausencia de un estilo intelectual genuinamente democrático. Desde un marco formal de acción democrático, ya conseguido aunque siempre construyéndose, afrontamos hoy el reto de abrir territorios nuevos a las ideas. La confrontación democrática no puede verse reducida a una lucha por la consecución de una cuota de mercado ideológico. La confrontación democrática es, en primer lugar y ante todo, captación de ideas, pero no enfrentamiento ideológico -con lo que supone de concepción de las ideas como instrumento de poder- sino diálogo, siempre abierto al entendimiento. Algo en lo que, sin embargo, hemos retrocedido no poco estos años.

Pues bien, un pensamiento con estas características es necesariamente un pensamiento más complejo, más profundo, más rico en análisis, matizaciones, supuestos, aproximaciones a lo real. Por eso mismo el desarrollo de este discurso lleva a un enriquecimiento del discurso democrático. La apertura del pensamiento político a la realidad reclama un notorio esfuerzo de transmisión, de clarificación, de matización, de información, un esfuerzo que puede calificarse de auténtico ejercicio de pedagogía política -como he señalado- que, por cuanto abre campos al pensamiento, los abre así mismo a la libertad. El reto no es pequeño cuando el contexto cultural en el que esa acción se enmarca es el de una sociedad de comunicación masiva. El problema aparece cuándo damás rédito el pensamiento único, simple y en clave de confornatción, cuando el pensamiento bipolar triunfa. Ese es el problema, la facilidad con la que prende de nuevo el maniqueismo. Una cuestión vinculada a la educación y al pensamiento crítico, hoy a la baja en todas las dimensiones de la actividad humana. Muy a la baja.

Jaime Rodríguez-Arana

@jrodriguezarana