La cuestión del centro siempre ha sido un asunto polémico aunque sea sólo por los intereses políticos que se juegan en este espacio político, que no son pocos. Antes, todo el mundo sabía que en nuestras sociedades ganaba quien está en el centro. Hoy, ante el radicalismo, demagogia y populismo crecientes, ante la pérdida del sentido común y, sobre todo, ante la crisis de los partidos tradicionales, que han defraudado a muchos votantes, parece que el espacio de la moderación, del equilibrio, de la búsqueda de entendimientos, hoy esta desaparecido o no prende en sociedades fuertemente ideologizadas. Por eso conviene recuperar el sentido del centro político, para lo que hay que diferenciarlo de otros espacios que suelen aspirar a ocupar su lugar.
A mi entender, primariamente se
puede decir, aunque no es la dimensión más cabal, que el centro tiene una
dimensión táctica. En este caso se trata de
situar al centro entre otras
fuerzas políticas. Aquí es fundamental el cálculo y el posicionamiento. El
programa que se define de este modo debe estar regido por el cálculo adecuado
de equidistancia entre dos fuerzas encontradas que se reparten mayoritariamente
las preferencias generales de los ciudadanos. El centro que se origina de este
modo es el centro que se puede denominar bisagra, con capacidad para orientar a
sus preferencias por un lado u otro del espectro político. La correcta
equidistancia es aquí llave para poder -siendo una minoría- jugar un papel
decisivo en la conformación de las mayorías parlamentarias o de gobierno.
Otra forma posible de situarse en el centro de la escena política también de una manera táctica sería en la conformación de un centro hegemónico, recogiendo las posiciones tibias o moderadas de los diversos concurrentes a la confrontación electoral, y acercando de este modo el voto de sectores de todas las tendencias. Peyorativamente se le podría llamar a este centro, un centro pastelero, en cuanto que debe contar con la inclusión en sus programas de elementos de todos los demás programas que permitan esa canalización del voto, mediante la identificación siquiera parcial del electorado con el pretendido programa de centro.
Otro centro posible, con base en la referencia ideológica es lo que denominaremos centro de compensación, en el que una fuerza política, ante el dominio hegemónico y durable de otra opuesta, desplaza su posición pretendiendo recoger votos de la otra.
Estos “centros” políticos los denomino tácticos porque se establecen en el juego político del momento y son deudores de las posiciones políticas de referencia, ya que con respecto a ellas se establecen.
Se podría hablar por otro lado de
falsos centros. Uno de ellos sería el centro como coartada. Formaciones
políticas extemporáneas, formaciones políticas que no encajan en el sistema,
formaciones políticas de oportunidad, de programa y sin discurso, se
autocalifican como formaciones de centro. Se trata en este caso de políticos
que se acogen a una supuesta indefinición del centro político, para adscribirse
a él y librarse de la necesidad de elaborar un discurso o de dar cuenta de la
propia situación política.
Cabe otra forma de centro falso. Sería lo que podríamos denominar centro excéntrico. Se produce este cuando la formación política asegura estar en el centro entre otras dos formaciones que no constituyen una referencia objetiva y válida para ella. Es el caso, por clarificar esto, de determinadas formaciones nacionalistas en España que afirman estar en el centro por no participar en la confrontación que de vez en cuando se establece entre las principales formaciones políticas nacionales, cuando es obvio que tal cosa sucede porque miran unos al interés general de España y los otros sólo el interés particular de su nacionalidad.
Podríamos hablar también de un centro estratégico, el centro que busca el espacio en el que se producen las mayorías, el centro que se establece donde confluye el sentir mayoritario de la gente. Aun admitiendo las virtualidades que acompañan a esta concepción del centro, me parece todavía insuficiente.
La concepción que defiendo del centro es la de un nuevo espacio político que se sustenta en una concepción del ser humano, de la sociedad y de la democracia, deudora de los ideales ilustrados pero que pretende superar de algún modo las coordenadas del pensamiento de la modernidad, asumiendo sus valores, pero depurándolo de sus contenidos dogmáticos. Un espacio que ojala prenda en nuetras sociedad para que los asuntos del interés general se resuelvan con mente abierta, metodología del entendimiento y sensibilidad social. Algo que precisamos como agua de mayo para que la política recupere el prestigio perdido y se pueda volver a contar con personas que vayan a aportar a esta noble actividad y no a vivir o enriquecerse del arte de atender a los intereses generales.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana