La idea democrática surge, entre otros factores, para poner coto a través de la razón al exceso de poder que caracterizó durante largo tiempo las formas de gobierno en las que existía una concentración completa del poder en la figura ordinariamente del Rey. Las relaciones, en este sentido, entre democracia y corrupción son antiguas, desde la misma aparición de este régimen político. Sin embargo, en estos años, dichas relaciones han sido analizadas desde distintos puntos de vista para llamar la atención sobre algo que hoy parece incontestable: que la democracia no garantiza sin más la erradicación de la corrupción, y lo que es más grave: que el falseamiento de la idea democrática contribuye a difundir una clara cultura «pro corruptione»
Para Montanelli uno de los peores dramas de la situación de este tiempo era que quienes cuidan de la Administración pública ya no son altos burócratas con una clara conciencia del servicio público, sino empleados de los partidos políticos que con frecuencia aprovechan su posición para colaborar en las «razzias» de los partidos políticos. Que esto ocurra trae su causa de una evidente desnaturalización de la democracia que se entrega al dominio de unos partidos políticos que sólo se justifican como máquinas de influencia y de compra y venta de votos, eso sí, instrumentando en beneficio personal las legítimas aspiraciones colectivas del pueblo.
El intelectual francés Revel escribió en 1992 un interesante libro titulado «La renovación democrática», que trata de la caída del bloque comunista y que es un alegato a favor de una forma de entender la democracia como un mínimo vital que, junto al mercado y a los derechos humanos, ha funcionado como revolución moral contra el gigantesco campo de ruinas políticas, económicas, sociales y morales de los modelos comunistas y sociales. Revel es especialmente claro al tratar de la corrupción: cuando las costumbres se degradan, la democracia se aparta, entonces, de su vocación propia, se desnaturaliza.
El catedrático de Derecho Político Manuel Ramirez también analizó no hace mucho estas cuestiones al tratar del sentido de la democracia. La democracia no se consolida sin esfuerzo: hace falta trabajo, hacen falta hábitos; en definitiva, un espiritu en el que, gracias al impulso democrático, se estimula que la ciudadanía piense, que tenga capacidad crítica y que aspire a los auténticos valores democráticos.
La democracia es algo más que un sistema de gobierno, es, sobre todo un estilo de vida, una manera de estar en la sociedad. El profesor Ramirez ha señalado certeramente que, en los últimos años, la democracia se ha reducido exclusivamente a una forma de gobierno que, es lo más grave, ha traído consigo modelos de conducta en franca oposición con lo que es la idea democrática. Por eso, una sociedad que no ha asumido los valores democráticos y cuya cultura cívica sigue siendo endeble es un caldo de cultivo propicio para la corrupción. Y, lo más grave es que los ciudadanos empiezan a desconfiar de los políticos, hoy algo evidente.
Esta penosa situación y exige remedios a corto plazo aunque, bien pensado, como señala el profesor Ramirez, la solución debe venir de la educación en los valores democráticos y en una cultura cívica que enseña a no engañar al Estado porque se percibe como algo propio, que enseñe el valor del diálogo, el sentido de la responsabilidad, la condena de la mentira, la primacía de las virtudes públicas y, sobre todo, una convivencia basada en un sólido ejercicio de cualidades democráticas, porque, sin el compromiso personal y la asunción de los valores democráticos, todoquedará en grandes discursos, pero todo seguirá igual en la práctica de cada día.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana
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