Tras las peripecias acontecidas recientemente en Cataluña y ante el treinta y nueve cumpleaños de la Constitución, es útil y conveniente una mirada al galleguismo y a su principal característica: la moderación. Veamos.
El hombre mesurado, ecuánime, rehúye las posiciones extremadas, evita siempre que puede las posturas que se alejan del equilibrio que exige la vida en todas sus manifestaciones, intenta siempre centrarse en posiciones conciliadoras que no sean excluyentes para nadie. Busca la moderación, apuntándose con esta expresión a la cualidad centrada, equilibrada, del punto medio apartado de los extremos. Bien entendido, hay que aclarar, que ese punto medio no es el de una pendiente, el equidistante entre el punto más alto y el más bajo de ella. Antes bien, se acostumbra a representar la mesura como una cumbre entre dos abismos. Si se entendiese bien esto se resolverían mejor muchas confrontaciones y conflictos.
Pues haciendo las oportunas traslaciones entiendo también así la moderación que entraña, desde mi punto de vista, el concepto de galleguismo. El galleguismo constituye una cumbre entre dos extremos: el de los que afirman la realidad de Galicia, negando la de España, u olvidándose de ella; y el de los que piensan que para afirmar la realidad de España es preciso diluir, difuminar o incluso negar la de Galicia.
El galleguismo, conforme al mandato constitucional y estatutario, comporta una afirmación decidida, sincera y comprometida de la identidad gallega. Y tal afirmación se debe tomar en toda su radicalidad. No se trata de dar barnices identitarios, más o menos coloristas; no se pretende rebajar o esfumar la cultura gallega para evitar posiciones exageradas. O somos totalmente gallegos o no lo somos. Pero ser totalmente gallegos no resta un ápice a nuestra condición de españoles. España es mediterránea y atlántica, es levantina y cantábrica, es mesetaria y periférica. De modo semejante a como Galicia es labradora y marinera y urbana, y en su diversidad no se entiende la una sin las otras y una y otras se reclaman.
Cuando el galleguismo afirma la identidad de Galicia no lo hace para echárselo en cara al resto de España, ni con afán diferencialista, ni para negar nada, si no que afirma la identidad de Galicia con conciencia clara de condición inequívoca y plenamente española de todo lo gallego. Y esto es así desde Murguía hasta Piñeiro, pasando por Castelao. Así de claro.
Jaime Rodríguez-Arana Muñoz
Catedrático de Derecho Administrativo.