La dimensión formal es tan importante que sin ella el Derecho no existiría. Esta realidad no significa, de ninguna manera, que solo el Derecho sea forma como proclama el positivismo legalista que se cierra sobre la letra de la norma sin más consideraciones. Tal consideración, todavía muy presente en la forma de enseñar que predomina en las Facultades de Derecho europeas, es deudora de la sublimación de la forma acontecida durante el siglo XX.
En efecto, en el siglo pasado se alumbró una idealización de la forma que condujo a la exaltación del poder, como señala Sánchez Pedroche, como instancia indestructible y antropológicamente extensible a todos los ámbitos de la vida; del poder desligado de su fundamento; esto es, de su razón moral; del poder elevado a la razón de sí misma, en definitiva, del poder autocomplaciente.
El Derecho Administrativo es, ante todo, Derecho y, por ello, entraña límites y contrapesos frente a un poder que tiende, ahí está la historia para constatarlo, a la infinitud y a escapar de cualquier control. Entonces, si el Derecho molesta o es un obstáculo para la realización de los objetivos del poder, lo que hay que hacer es desprestigiarlo hasta que no haya más remedio que implantar, a través del dominio de la forma, una suerte de procedimentalismo y procesalismo que no es más que la antesala del totalitarismo. Y de paso, la muerte de los valores y el advenimiento del gran valor, que no es otro que la sublimación de la forma, el primer mandamiento para la instalación en el poder.
La razón técnica, analítica, y formalizadora se sustancia socialmente, como recuerda Robles, en la razón jurídica que experimentará durante el siglo XX un progresivo vaciamiento de contenidos éticos hasta desembocar en el formalismo positivista en el que se pierde todo vestigio de conexión entre la norma y las exigencias ético-políticas.
Sin embargo, materia y forma, forma y materia, tienen sentido si están indisolublemente unidas. Cada una por separado, sin referencia la otra, desembocan en esos “ismos” que, en uno u otro sentido, tanto daño han hecho a la misma Ciencia del Derecho como a su aplicación sobre la realidad cotidiana.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana