La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoce que el modelo de formación profesional dual que funciona en Alemania, Austria, Dinamarca o Suiza ayuda a las políticas de empleo y proporciona a los jóvenes aprendices aptitudes y habilidades pare el mercado laboral. En Alemania, por ejemplo, el porcentaje de alumnos de formación profesional que sigue este modelo llega al 60%, con un índice de éxito laboral del 61%. En España, donde comenzaron programas piloto de este modelo en 2011, instaurándose oficialmente en 2012, apenas consigue atraer al 2% de la población estudiantil que cursa estudios de formación profesional.
El modelo dual permite a los estudiantes formase trabajando o trabajar formándose. Es una formación desde el puesto de trabajo pues buena parte del tiempo de esta modalidad de formación profesional se realiza en la empresa. Es una formación remunerada que facilita a las empresas la contratación en el futuro de los aprendices que se encuentren en las mejores condiciones laborales.
En España los resultados todavía son magros. Acaba de empezar y ante lo nuevo ordinariamente siempre se levantan recelos y suspicacias. En este caso, sin embargo, vista la experiencia comparada, deberíamos ir más rápido. La realidad, sin embargo, es que las Autonomías, que son los gobiernos competentes en la materia, van adaptando el modelo a sus necesidades territoriales. Todavía hay problemas de coordinación entre las Comunidades Autónomas de cara a la homologación de las enseñanzas. Las pequeñas y medianas empresas no participan en el desarrollo de estos programas.
En nuestro país, para colmo, los sindicatos, que pierden mucho protagonismo con este sistema, se quejan de que el modelo de formación profesional dual facilita mano de obra barata a las empresas. No tenemos todavía estándares de calidad adecuados que evalúen el modelo en los primeros años. Hasta el momento, hemos pasado de 9.550 alumnos en 2013 a 18.000 en 2014. En 2014 se experimentó un crecimiento de centros que impartieron la formación profesional dual del 218% y el número de empresas participantes pasó de 513 en 2013 a 1.570 en 2014.
Es decir, poco a poco el modelo va a más. Para que se generalice como acontece en varios países europeos, es menester que los estudios se evalúen periódicamente, que se diseñen indicadores de calidad adecuados, que las pequeñas y medianas empresas tengan posibilidades de participación y que la población estudiantil pueda conocer en detalle las virtualidades de este modelo.
Si queremos reducir el dramático 50% de paro juvenil, hay que explorar nuevas fórmulas, nuevos caminos. Los que hasta ahora hemos transitado ya sabemos a dónde conducen. Otros modelos funcionan en otros países hasta el punto de alcanzar niveles de empleabilidad satisfactorios. Justo lo que aquí precisamos.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana
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