Andan los laboristas ingleses preocupados por el paulatino proceso de empobrecimiento que la crisis económica y financiera está provocando en la clase media británica. Desde luego es un síntoma no exclusivo del Reino Unido sino de muchos de los países que integran el área occidental. En concreto, el jefe del laborismo inglés, Ed Miliband, parece que, a juzgar por sus recientes comentarios en televisiones y en  medios de comunicación de papel, es el primero que advierte la magnitud de un problema de gran calado social y político.
En efecto, si la clase media va progresivamente desapareciendo o, lo que es lo mismo, ingresando al sector pobre de la sociedad, tenemos un problema no menor en materia de estabilidad, tanto política como social o económica. Si los más pobres son más y cada vez tienen menos y los más ricos son menos y tienen cada vez más, es probable que se empiece a larvar una situación de incalculables consecuencias en un futuro no muy lejano.
Estos días los laboristas han empezado a recordar que lo que denominan la crisis del coste de la vida está golpeando duramente a la clase media lesionando seriamente sus condiciones de vida. Mientras que los salarios se reducen drásticamente, los precios de los bienes y servicios suben y la educación y sanidad pública ahora exigen importantes sacrificios a todos los ciudadanos del Reino Unido.
Miliband, que echa de menos el centrismo que llevó a Blair al número 10 de Downing Street, es consciente de que la solución no viene del marxismo y, por ello, de la nacionalización de las empresas. Pero tampoco se puede confiar en un mercado que a través de la autorregulación traerá la solución a todos los problemas. Es menester, según Miliband, que se limiten  los irracionales beneficios de las empresas energéticas,  que se embridae el siempre creciente poder de la banca y que se promueva una mayor competencia en algunos sectores dominados por un puñado de empresas.
El diagnóstico es sencillamente impecable. El problema es general en los países desarrollados de la unión Europea con matices y elementos diferenciales. Todos los Estados están haciendo reformas. Es cierto. Reformas en un modelo que no funciona porque ha fracasado. Ahora precisamos otro modelo, otra forma de estructuración pública en el Estado y una nueva sociedad mercantil que sustituya a la sociedad anónima.
Ni el Estado es la encarnación del ideal ético ni la sociedad anónima la panacea. La cuestión reside en que el orden social, económico y político actual está montado sobre pilares o sillares que se han venido abajo. Son precisamente los fundamentos los que deben cambiarse. Mientras tanto seguiremos contemplando como la clase media se desmorona, no sólo en el Reino Unido, y cómo los dirigentes actuales, ciegos a la realidad, siguen empeñados en esa letal alianza con quienes, a través de las más sutiles formas de manipulación, les garantizan la continuidad en la poltrona.  Esperemos que por muy poco tiempo.
 
Jaime Rodríguez-Arana. jra@udc.es