Con frecuencia se confunde el derecho a una muerte digna, a una muerte humana, a una muerte acorde con la vida, con la eutanasia. La eutanasia consiste en provocar, en buscar, directa o indirectamente, la muerte de un enfermo terminal. La sedación, por el contrario, bien entendida y bien aplicada, lo que persigue como su fin propio es el alivio de un síntoma intolerable.
En efecto, La sedación, por su parte, es la disminución del nivel de conciencia de un paciente de manera deliberada, con el oportuno consentimiento, mediante la administración de los fármacos indicados u en las dosis adecuadas para evitar un sufrimiento insostenible causado por un síntoma o síntomas refractarios.
La doctora Menard, directora del departamento de oncología experimental del Instituto del tumor de Milán, antigua defensora de la eutanasia hasta que se le diagnosticó años atrás un cáncer de huesos, reconoce que quienes apoyan la eutanasia lo hacen porque no quieren sufrir ni perder la autosuficiencia convirtiéndose en una carga para los demás. Hoy en día, sin embargo, las técnicas de cuidados paliativos reducen considerablemente el dolor y ordinariamente se puede sobrellevar una enfermedad grave o terminal en condiciones dignas.
Por lo que se refiere a la ansiada autosuficiencia, el parecer de la doctora Menard es digno de ser considerado: “si uno no está en plenitud de facultades y no puede levantarse porque está tendido en una cama, pero sigue contando con el afecto de sus familiares, en mi opinión, incluso en esas condiciones, merece la pena vivir”.
En la eutanasia hay ciertamente muchos mitos. Una reciente encuesta realizada en Canadá, señala Silvye Menard, ofrece datos sobre peticiones de eutanasia que realmente se refieren a pacientes que están de acuerdo con la eutanasia, pero, por supuesto, para el enfermo de la cama de al lado. La clave de la inhumanidad de la eutanasia estriba precisamente en la progresiva tecnificación en que se ha sumado también la medicina. En este sentido, la doctora Menard, que ahora labora en un equipo que busca humanizar la medicina, lo tiene claro: es necesario tener más presente al paciente, con sus preocupaciones, preguntas e inquietudes. Cuando al paciente la medicina lo abandona a su suerte y se convierte en un número o un expediente que hay que despachar en el menor plazo de tiempo posible, entonces empiezan los problemas.
Si ponemos el acento en la humanización de la medicina, las cosas pueden contemplarse desde otro punto de vista. Si en lugar de la técnica o de los médicos, el centro de la medicina se coloca en quien por derecho propio lo es: el paciente, entonces los cuidados paliativos debieran consistir en lo que son: aliviar el sufrimiento y no en buscar, directamente o indirectamente, la muerte del paciente terminal.
Cuando la sedación se plantea pensando en el bien del paciente, en su dignidad y en el alivio de un dolor intolerable, ordinariamente no debiera haber mayores problemas. Estos aparecen cuando esta cuestión se mira desde la rentabilidad del esfuerzo del equipo médico, desde la búsqueda de reducir el sufrimiento de la familia o desde los criterios meramente economicistas. He aquí la cuestión.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo.
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