La contemplación, más o menos pasiva, del aumento de la deuda de las Autonomías, nos sume mes a mes en una profunda depresión. Mientras tanto,todo lo que se le ocurre a nuestros gobernantes, en lugar de reformar en profundidad el modelo, es mantenerlo a capa y espada, haciendo recaer las consecuencias funestas del gasto exponencial que implica este irracional esquema estructural en los ciudadanos. Mientras, instituciones, órganos, organismos, empresas y compañías públicas, siguen su andadura dando cobertura a no pocas actividades improductivas. La UE no entienden que con la que está cayendo no procedamos a un radical ajuste de una organización que se nos ha ido de las manos, que más que para mejorar las condiciones de vida de los habitantes, al final se ha demostrado como una colosal y fabulosa maquinaria clientelar para la mayor gloria de un puñado de nuevos señores feudales y sus adeptos, toda una corte que sobrevive, y de qué manera, mientras miles de ciudadanos, algunos ya ni siquiera, apenas consiguen llegar a fin de mes.
Vamos a ver, la deuda de las Comunidades Autónomas hasta el mes de marzo de 2012 alcanzó una cifra inaceptable: 145.118 millones de euros. Hemos batido todos los récords de deuda autonómica alcanzando ya los dígitos más elevados de la serie histórica. Pregunta: ¿Cómo es posible que con los recortes que nos dicen que están haciendo sigue creciendo la deuda?. En otros términos, ¿No son estas unas cifras suficientemente elocuentes como para que ya, de una vez, los partidos, todos, se pongan a trabajar para sacar adelante al país reformando de verás y a fondo un modelo que siendo magnífico en sí mismo ha sido funesto en su estructuración?.
Estos datos los hemos conocido estos días tras la publicación por parte del Banco de España, con nuevo gobernador en su seno. Mientras que el crecimiento de la deuda desde el punto de vista interanual es del 15.7 %, respecto a 2011, el aumento global es del 3.5 %. Los datos no son sólo malos para las Autonomías, la deuda de la Administración del Estado también creció en el primer trimestre de 2012, en concreto un 13.6%, hasta alcanzar los 592.572 millones de euros. El dato positivo nos lo ofrece la Administración local: la deuda bajó en estos tres meses un 1.2 % hasta situarse en 36.860 millones.
La Autonomía con mayor deuda es Cataluña -42.000 millones-, con un 28.9% de la deuda total autonómica a sus espaldas. Tras Cataluña viene Madrid -16.752 millones-, y después Valencia -15.373 millones-. Nada menos que el 50.9% de toda la deuda de las Comunidades Autónomas.
El año pasado teníamos un gobierno desnortado, desarbolado, superado por las circunstancias, que parece que hasta ocultó la realidad a los nuevos responsables. Ahora, tras meses de un nuevo ejecutivo las cosas continúan por mal camino. Es verdad que en noventa días no es posible invertir una tendencia radicalmente. Sin embargo, a mi juicio, el modelo autonómico debe ser reformado en profundidad precisamente para hacerlo más ágil y más sensible a las necesidades de los habitantes. Para ello es menester suprimir todo ese entramado estructural que impide que el modelo cumpla su finalidad. Para ello hay que estar dispuesto a tomar medidas impopulares al interior de las formaciones políticas pues no pocas veces se utiliza la competencia de autoorganización para dar recompensar servicios prestados. Es verdad, hay que pensar en los ciudadanos, en sus condiciones de vida. Lo general debe anteponerse a lo particular. No es posible, sobre todo en estos momentos, nadar y guardar la ropa. Desde fuera se dan cuenta de que esta sangría económica y financiera continua sin que quien debe hacerlo se atreva a tomar las medidas que la situación requiere.
Y, por favor, que nos vengan con esos artilugios dialecticos de que el aumento de la deuda se debe a deslizamientos de no se sabe que conceptos y subconceptos del capítulo primero de los presupuestos. La ciudadanía no va a tolerar, de ningún modo, que sigan aumentando la deuda pública y que nuestros impuestos se dediquen, en gran medida, a saldar estos compromisos. El tiempo se acaba y ya no valen componendas porque el asunto es de gran calado. Queremos buenos gobernantes, no para los buenos momentos, para las épocas de bonanza, los necesitamos para que sepan dirigir el timón de la nave en situaciones de grave zozobra como las actuales.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es
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