Francis Fukuyama, conocido politólogo norteamericano de origen oriental, explica en su último libro, el orden político y la decadencia política, que las relaciones entre Democracia y Estado no han sido las mismas a ambos lados del Atlántico. En efecto, mientras que en Europa la Democracia fue precedida por la organización burocrática del Estado absoluto, en los Estados Unidos  de Norteamérica la Administración pública surge a caballo de la Democracia. En Europa, la consolidada estructura pública proveniente de la organización estatal del Antiguo Régimen antecedió a la Democracia y esta, a duras penas, ha podido impregnar de sus valores a la burocracia. En EEUU, sin embargo, las cosas sucedieron al revés y la revolución democrática precisó de una Administración que se construyó “ex novo”.
Tal realidad, evidente y constatada históricamente, invita al profesor de ciencia política de la Universidad de Princeton a una afirmación polémica. En su opinión, las naciones que primero se han dotado de un Estado fuerte y centralizado y solo después se han transformado en Democracias han sido más exitosas que las que han experimentado la secuencia inversa. Tal opinión explica por qué es tan difícil la transición de formas políticas autoritarias hacia otras democráticas y por qué han fracasado movimientos políticos que, como la primavera árabe, intentaron terminar con dictaduras a base de protestas populares.
La historia, es cierto, ayuda a entender mejor ciertas situaciones políticas. Por ejemplo, la caída de los denominados por Ignatieff Autoritarismos Capitalistas , a medio y largo plazo, está más que cantada. En efecto, los regímenes capitalistas que permiten obtener a determinadas minorías grandes beneficios del sistema de mercado y que, conjuntamente, ejercen el despotismo y anulan las libertades ciudadanas, no tardarán mucho tiempo den dejar paso a otras formas de gobierno.
En el caso de China y de Rusia, naciones con una omnipotente y férrea organización burocrática y con un Estado fuertemente centralizado que no se han abierto a la Democracia, a pesar del aparente éxito actual, transitarán con el paso del tiempo, más rápido de lo que se imaginan sus dirigentes, hacia regímenes de libertades.
El caso de China es paradigmático. En estos días precisamente ha puesto en marcha una colosal represión a todos los niveles que ni la peculiar lucha contra la corrupción que publicitan para Occidente puede ocultar. Tarde o temprano, el gigante asiático, como Cuba, Corea del Norte o Venezuela, ya no podrán controlar el régimen y presenciaremos transiciones a la Democracia en toda regla.
Rusia, otro paradigma de Autoritarismo Capitalista, empieza a hacer aguas y ni siquiera la sed imperialista que se pretende inocular a la población para reeditar tiempos pasados, encubre un sistema de baja intensidad democrática donde solo una minoría asume los resortes de los poderes políticos, mediáticos y financieros.
La historia demuestra que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. En algún momento, tal actitud, aunque esté blindada por comisarios por todas partes, quiebra. Que se lo pregunten a los dirigentes de la antigua URSS y de sus países satélites.
Jaime Rodríguez-Arana  @jrodriguezarana