Los cristianos en Oriente Medio llevan años siendo perseguidos de forma implacable por el fundamentalismo musulmán sin que, en términos generales, la comunidad internacional haya reaccionado como suele hacer en casos análogos. En efecto, los cristianos en estos países son víctimas de masacres, desplazamientos forzosos, secuestros, asesinatos selectivos. Desde el Norte de Nigeria a Kenia y desde Libia a Siria e Irak, el islamismo radical se ceba con ocasión y sin ella de los cristianos sin que hasta el momento la comunidad internacional haya tomado cartas en el asunto más allá de que recientemente la diplomacia francesa consiguiera que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se ocupara de la suerte de este colectivo.
Sorprende, y no poco, la indiferencia de Occidente ante tanto atropello contra los cristianos que viven en el mundo árabe. Por ejemplo, llama la atención la escasa atención que EEUU presta a esta cuestión, seguramente por miedo a parecer como defensora de una minoría en perjuicio de otros colectivos y, sobre todo, por el temor de contrariar a la comunidad islámica. Al no existir un clamor general ni en la población norteamericana ni en la opinión pública acerca de esta cuestión, las escasas iniciativas habidas en esta materia han pasado sin pena ni gloria sin ni siquiera merecer su tratamiento por las Autoridades, sean legislativas o administrativas.
Francia, sin embargo, es. justicia es reconocerlo, hasta el momento el país de la Unión Europea que más se ha comprometido con este problema. En concreto, la diplomacia gala consiguió que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se si ocupara el 27 de marzo de este año de la suerte de los cristianos perseguidos en Oriente Medio por el denominado Estado Islámico. El canciller francés, un veterano político que ya fue primer ministro, Laurent Fabius, reclamó una acción concertada de la Comunidad Internacional, propuso la dotación de un fondo de ayuda humanitaria para el retorno de los cristianos desplazados, que la ONU lleve al Tribunal Penal Internacional los crímenes del Estado Islámico, así como la protección sobre el terreno a cargo de cascos azules de este colectivo perseguido.
En Irak, tras la ocupación de los EEUU, los islamistas radicales han bombardeado cuarenta iglesias de comunidades cristianas de las sesenta y cinco existentes, han asesinado a dos obispos y una cantidad relevante de personas que participaban en el culto. En Irak, una generación antes, los cristianos eran cerca de un millón y medio de personas. Ahora, tras las persecuciones, la violencia, la intimidación y la discriminación económica, cientos de miles han tenido que abandonar el país. Hoy se calcula que en todo el país solo quedan ciento cincuenta mil cristianos.
En fin, ante nosotros, un caso de eliminación progresiva de una minoría ante la que la Comunidad Internacional, salvo el caso de Francia, ha demostrado una inoperancia e indiferencia que clama al cielo y que demuestra la necesidad de cambiar y transformar las normas y costumbres internacionales en lo que se refiere a la protección real de los derechos humanos en todo el mundo. Es urgente, y necesario.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana
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