Mientras que la mayoría de los hogares españoles sufren y padecen una crisis de incalculables consecuencias que afecta a la estabilidad de los empleos, a los salarios de los trabajadores y a la calidad de los servicios, los partidos políticos apenas notaron los efectos de esta situación en estos años.
En efecto, según datos que se han publicado estos días, las formaciones partidarias gestionaron 656 millones de euros en 2011, un 9.3% más que en 2008. Algo ciertamente sorprendente e inaceptable pues se trata de las principales, no las únicas, instituciones de representación del pueblo, de las diferentes ideas y perspectivas que existen en el seno de la sociedad precisamente para articular políticas que mejoren las condiciones de vida de los ciudadanos.
Tal constatación refleja el profundo descrédito que mes a mes señalan los principales organismos, públicos y privados, de percepción de la opinión pública acerca de los partidos políticos y de sus dirigentes. A pesar de ello, las reformas que debieran implementarse para su democratización o para evitar que sean capturados por minorías que los utilizan a su arbitrio siguen esperando mientras seguimos observando  la incapacidad de sus dirigentes  para reaccionar ante cambios y transformaciones urgentes que demanda la ciudadanía.
En estos días se ha prohibido, ya era hora, que las instituciones financieras cancelen los créditos a los partidos. También, esto es más discutible, que las empresas y compañías particulares financien a los partidos. La solución a los males de la financiación de las formaciones debiera venir, no tanto de la restricción de la financiación privada y de la mayor generosidad de las arcas públicas, sino de la transparencia. Que el pueblo conozca quien financia los partidos, qué subvenciones se reciben, la agenda de los dirigentes de los partidos y, sobre todo, como se gastan, con todo detalle, los fondos que reciben estas organizaciones. Algo hasta ahora inédito que veremos si una ley de transparencia como la que se acaba de aprobar en el parlamento es capaz de revertir.
Las subvenciones a los partidos, según datos que se han publicado recientemente procedentes del Tribunal de Cuentas, alcanzan el 80% de la financiación, mientras que las aportaciones de militantes y donantes, llegan al 20%. Probablemente, ahora que se han prohibido las donaciones de las empresas, veremos el peso real de las cuotas de los militantes en los presupuestos.
En todo caso, si analizamos los datos de 2011, resulta que el PP manejó 207.4 millones de euros, un 13.8% más que en 2008, de los que 113.8 millones vinieron de subvenciones públicas, 15.6 millones de aportaciones privadas y 59.5 de créditos bancarios. El PSOE manejó 194 millones, 1% menos que en 2008, de los que 99.1 llegaron de subvenciones públicas, 22.8 millones de aportaciones privadas y 70.1 son de deudas bancarias.
Para terminar, una pregunta: ¿cuál es la razón de que a pesar de la que está cayendo, los partidos políticos apenas, algo en 2012 y 2013 es verdad,  no acusen la crisis en la misma proporción que las personas a quienes dicen representar?.
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es