El gobierno acaba de anunciar que los acontecimientos deportivos de interés general se ofrecerán en abierto. Se trata de una muy buena noticia siempre que, en efecto, los acontecimientos deportivos más relevantes sean retransmitidos en las televisiones  para todos. Si, por el contrario, volvemos a las andadas y son las televisiones de pago las que concentran las retransmisiones más importantes dejando para la generalidad lo que no es rentable, seguiremos instalados en esta peculiar manera de entender lo general desde el aprovechamiento económico.

El término interés general su utiliza con ocasión y sin ella. Cuándo se pretende argumentar una determinada decisión e intentar sustraerla de la deliberación pública, de la polémica, se pronuncia esta mágica palabra, ante la que no pocos profesan una adoración sorprendente. El interés general justifica la investigación para la prospección de petróleo en Canarias, la subida de impuestos, la reducción de empresas públicas, hasta el copago en determinados sectores.
Pues bien, este concepto tan amplio, jurídicamente indeterminado dirían los administrativistas, solo tiene sentido en la democracia si viene acompañado de una argumentación sólida y si se detalla o concreta en la realidad. Es más, las apelaciones genéricas o su uso teórico, sin vinculación a la racionalidad y a la realidad, constituyen un atentado de colosales dimensiones al Estado de Derecho.
En todos los tiempos y en todos los regímenes se oye, y se escribe, muchas veces esta palabra. Casi siempre desvinculada de la realidad y sin acompañamiento de un razonamiento lógico. En virtud del interés general haremos esto. Sólo actuaremos en función del interés general. Ahora por ejemplo, si se van a transmitir en abierto los partidos de futbol de interés general, por favor que no nos pongan los partidos que no quieran las cadenas de pago. Si es de interés general habrá que justificarlo en atención a criterios que bien conocemos y que ordinariamente tienen que ver con la posición en la tabla que ocupan los equipos. Por ejemplo, ¿son de interés general los partidos de tenis de Nadal, las carreras de fórmula uno en que pilota Alonso, los partidos de fútbol y de baloncesto de la selección española?.
Si resultara que los acontecimientos deportivos de mayor audiencia sólo pudieran visionarse previo pago en determinadas cadenas, el interés general, nunca tan lesionado y vejado como en este tiempo en que tanto se usa, se habría diluido a favor del interés particular, del interés económico de determinados grupos y empresas.
Rescatar el interés general de su captura por determinadas corporaciones es, hoy más que nunca, una de las tareas a que debe entregarse el gobierno si es que pretende darle contenido democrático y humano a uno de los términos más importantes del sistema democrático. De lo contrario, si se convierte en un cheque en blanco para todo, habremos, nuevamente ingresado a esa mentalidad autoritaria que nos ronda permanentemente y que con tanta facilidad anida en no pocos dirigentes. Hoy el reto está en desvincular el interés general de determinados grupos y minorías que se han apoderado de él con la complacencia de no pocos dirigentes. Si este concepto de argumenta en lo concreto, estaremos más cerca de una perspectiva más humana y abierta del interés general. Falta hace.
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es