Una de las características más sobresalientes del tiempo que nos ha tocado en suerte es, por sorprendente que parezca, la continua confrontación -a pesar de lo sutil de su planteamiento – entre los fuertes y los débiles. En la política, en la economía, en la ciencia y, también, en las más variadas manifestaciones de la vida humana. Hoy, si me lo permiten, me voy a referir a una cuestión a caballo entre el Derecho y la Medicina.
Nada menos que el Tribunal de Casación francés ha dictaminado en varios supuestos que los discapacitados nacidos por error de diagnóstico prenatal pueden reclamar indemnizaciones. Me parece que, de aquí a la eugenesia no hay un camino muy largo. Sin embargo, la gran paradoja de este tema es que se va, por esta senda, hacia la cosificación del ser humano.
Veamos. Es probable que a falta de un fundamento ético del diagnóstico prenatal, se impongan decisiones meramente técnicas; ésas precisamente que nos vende diaria y continuamente esa tecnoestructura que ya no disimula su preferencia por los fuertes. Así, en el caso que nos ocupa, se transforma el cuerpo en producto y la reproducción en producción de calidad asegurada. Como ha señalado el profesor Nisand, experto en ginecología de la Universidad de Estrasburgo, se consolida una visión de la discapacidad como un accidente anormal, que exige buscar un responsable que indemnice, cuando lo lógico sería que se hicieran cargo las instituciones asistenciales y la solidaridad nacional. Entonces, se invierte la regla del mundo jurídico ya que indemnizar a toda costa no es prioritario con relación a los grandes principios éticos de nuestra sociedad. Es decir, se advierte un nuevo fundamentalismo, el del progreso técnico y científico productor de confort y bienestar, que poco a poco va confiando, materializando, al ser humano que nadie desea.
Sin embargo lo más grave es que este tipo de prácticas nos puede conducir a la eugenesia. Porque, como ha escrito un antiguo ministro francés, Debré, «favorecer el conocimiento del estatuto genético del niño desde la fecundación o durante el embarazo, podría significar la promoción -quizás indirecta- del aborto terapéutico o, hablando crudamente, una eugenesia a cargo de la seguridad social. Para el Estado y la seguridad social, una minusvalía sale cara (…), el cáncer sale caro (…); una prevención que los evitase sería muy tentadora para nuestros economistas». Sin comentarios.
Jaime Rodríguez-Arana Muñoz
Catedrático de Derecho Administrativo
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