Los indicadores existentes acerca de la desigualdad en el mundo registran una misma tendencia. También en la Unión Europea y particularmente en España. La brecha entre ricos y pobres crece sin parar. Un problema muy grave que precisamente se ha agudizado estos años de crisis económica y financiera. No hay más que analizar las estadísticas de las ONGs que se encargan de la atención social a los más pobres y excluidos para comprobar el exponencial crecimiento de las personas que acuden a alimentarse o que  buscan alojamiento en instituciones sociales o en el mismo Estado.
En este contexto, se arbitran diversas soluciones. Una es la subida del salario mínimo interprofesional.  Otra es el aumento de la imposición a los que más tienen y también se preconiza la oferta de cursos de formación a los adultos desempleados. Probablemente, una adecuada combinación de medidas como las expuestas ayude a intentar resolver un problema complejo, que, a la vez, se agrava ante los dos principales males de este tiempo: el desempleo y la corrupción.
En efecto, las desigualdades aumentan en gran parte de los núcleos urbanos europeos. Para combatir esta tendencia la iniciativa social articulada ha puesto en marcha varios proyectos de integración caracterizados por facilitar un sentido de comunidad a quienes más lo precisan.
Una buena experiencia es la promovida por Near Neighbours, una organización social que pretende en varias regiones inglesas  juntar personas que viven en zonas segregadas por razones raciales o religiosas  para que se conozcan y puedan compartir proyectos conjuntos de cooperación social. Eat or heat, también en Inglaterra, funciona como un banco de alimentos. La Casa Scalabrini 634 es un hogar de acogida para personas en situación de vulnerabilidad, fundamentalmente refugiados, en Roma. En Francia Mozaik RH trabaja con personas procedentes de ambientes desfavorecidos a las que ayudan a encontrar un puesto de trabajo.
En fin, hay quienes en lugar de estar todo el día denunciando la creciente desigualdad de nuestras sociedades, se lanzan a la palestra y se comprometen en proyectos que valen la pena y que ayudan a paliar este gran problema. Si lo hiciera más gente las cosas irían mejor. No podemos esperarlo todo del Estado. Estado y sociedad deben ir de la mano, siempre, sin prejuicios ideológicos y sin prepotencia. Casi nada.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es