Próximas las elecciones, es bastante común escribir o hablar sobre el centro político, un espacio que sorprendentemente ni está ni parece que se le espera en los próximos comicios. ¿La razón?. Muy sencilla, quien debiera representarlo ha dejado  la iniciativa a otros y va a remolque, perdiendo el tiempo en contestar a diestra y siniestra, acerca de provocaciones sin fin. Aún así es conveniente señalar, para desenmascarar a quienes pretenden disfrazarse de centristas, que este espacio político no es, ni mucho menos, es espacio del pragmatismo y del oportunismo.

En efecto, sei el centro renuncia a moverse en el pensamiento bipolar, profundamente ideológico, al carácter ideológico, al no poder dar una interpretación total y acabada de la realidad humana,  carecería de un eje sobre el que articular su respuesta política a los problemas del hombre y de la sociedad y se movería por lo tanto en las coordenadas de un puro pragmatismo.

La argumentación de esta crítica me parece enteramente sólida, pero parte  de un supuesto eminentemente ideológico: considerar que es puro pragmatismo todo lo que no sea un derivado de las ideologías. Sólo en cierto sentido podría decirse que es así. Si tomásemos el pragmatismo como sentido práctico y sentido de la realidad, las posiciones de centro son efectivamente pragmáticas, y de nuevo las formulaciones ideológicas cerradas se encontrarían en regiones radicalmente contrarias a estas, por cuanto la ideología constriñe la realidad y la reduce a la congruencia con sus postulados dogmáticos. La ideología cerrada es capaz de retorcer realidad y actuar contra ella hasta extremos que resultarían inimaginables de no mediar las experiencias atroces de la explotación capitalista del siglo XIX y de parte del XX, de la opresión comunista y de la barbarie nacionalsocialista. Pero la asunción serena de esas experiencias históricas propicia, entre otras cosas, la afirmación del sentido de lo real como uno de los fundamentos imprescindibles de toda acción política.

Es más, si por pragmatismo hubiéramos de entender el aprendizaje a partir de la experiencia, entonces habría que volver a admitir la calificación del centro como un  espacio  de pragmatismo, y, quizás en este caso, con más fundamento aún, en cuanto desde el centro se manifiesta la necesidad radical de nuestra apertura a la experiencia. Me estoy refiriendo a que la postulación de un espacio de centro no es el resultado de una elucubración o de un análisis especulativo sobre la realidad política y social de nuestro tiempo.

En los sentidos aludidos, pues, dosis de pragmatismo sí que tiene el espacio de centro; las referencias a la realidad y a la experiencia son ingredientes imprescindibles de las formulaciones que puedan calificarse de centristas. Otra cosa bien distinta es la interpretación que algunos hacen del pragmatismo en el sentido de oportunismo político. Cuando aluden al pragmatismo del centro se refieren a que lo único que busca este espacio político, una vez declarada su condición no ideológica, es la constitución de mayorías electorales que garanticen su permanencia en el poder. Lógicamente, una fuerza política no podría considerarse tal si no pretendiese permanecer en el poder, pero no podrá pretenderlo a toda costa si no es prescindiendo de principios éticos y democráticos sustanciales. En esto nuevamente la historia nos ofrece lecciones inapreciables, como las relativas a la instalación en el poder de los movimientos o las fuerzas políticas más fuertemente ideologizadas, casos en que precisamente el fuerte contenido ideológico ha proporcionado el impulso intelectual y la justificación “ética” para perpetuar la permanencia en el poder aún a costa del propio sistema democrático. Ojala el espacio de centro, de moderación, pensamiento abierto, metodología del entendimiento y honda sensibilidad social estuviera más presente entre nosotros.

Jaime Rodríguez-Arana

@jrodriguezarana