No hace mucho tiempo, mediados del siglo pasado, los países nórdicos eran el escaparate en el que se miraban todos aquellos países que aspiraban a imprimir a sus políticas cierto grado de sensibilidad social. Eran tiempos, en efecto, que las socialdemocracias nórdicas eran objeto de estudio, admiración, y de réplica en muchas partes del mundo. En ocasiones, sin embargo, como suele acontecer, las copias o reproducciones mecánicas de modelos foráneos no alcanzar los resultados obtenidos.
 
Estas rutilantes socialdemocracias se fueron reformando en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado. Entre otras razones, porque el Estado de bienestar verdadero es en sí mismo dinámico y concibe las ayudas y subsidios públicos al servicio de las personas. Por otros lares bien conocidos se instauraron esquemas estáticos que condujeron a modelos clientelares: la persona al servicio del Estado. Mejor, los habitantes al servicio de los auténticos dueños de lo público. O lo que es lo mismo: la población como excusa para el crecimiento de las estructuras burocráticas. A partir d eentonces, la alianza entre partidos, poder financiero y medios de comunicación terminaría por apropiarse de todos los espacios públicos condenando a la marginalidad a los contradictores de este nuevo pensamiento único.
 
Pues bien, como resultado de los cambios y transformaciones operados en los países nórdicos esos años, ahora resulta que están también a la cabeza de la seguridad jurídica y la libertad económica. Tal realidad viene a demostrar, para quien lo quiera entender, que es posible combinar justicia social con libertad económica. Veamos algunos indicadores que estos días han sido subrayados en algunos medios de comunicación en relación con este tema.
 
Presión fiscal. Resulta que Suecia pasó del 63% en1983 amenos del 50% en la actualidad. Otros países, sin embargo, van de menos a más. Suecia alcanzó estos dígitos porque las reformas emprendidas hace años para dinamizar las estructuras del Estado de bienestar han dado resultado. Vaya si las han dado.
 
En materia de deuda pública, las cifras son asombrosas. En Dinamarca, la deuda pública no llega al 50% del PIB mientras en el seno de la UE muchos países se las ven y se las desean para alcanzar en varios años el 60 %. El déficit de las Administraciones públicas en Dinamarca es del 1.8 % mientras que en Suecia hasta tienen un superavit del 0.4%.
 
Por lo que se refiere a la libre elección de colegio y de centro hospitalario, las reformas emprendidas en estos países ofrecen grandes atractivos para los ciudadanos. En Suecia y Dinamarca disponen de cheque escolar y Dinamarca es de los países que encabezan el índice de excelencia en la sanidad a causa de la elevada dosis de libertad de elección de centro hospitalario que reina en este país. Finlandia, por otra parte, es el modelo educativo a seguir causa del grado de autonomía de los centros, de la libertad de elección y, sobre todo, de la dignidad y elevados salarios de los profesores de la enseñanza secundaria.
 
Es verdad que estos países han sabido advertir a tiempo los problemas de fraude y picaresca que el modelo estático de bienestar trae consigo. Intensificaron las inspecciones, lo controles, la vigilancia para evitar la existencia de bolsas ingentes de despilfarro. Al final, supieron orientar las reformas hacia el ciudadano. Aquí, por el contrario, los cambios suelen hacerse para el bienestar de la minoría dirigente, para primar el Estado de partidos, para continuar esa fabulosa operación de control y manipulación social que la tecnoestructura dominante, a causa de la candidez del pueblo, no para de implementar.
 
Ojala fuéramos capaces de olvidar los maniqueísmos y  cainismos que tanto daño hacen y han hecho a nuestro país y entre todos facilitemos las reformas que hacen falta. Reformas, sobre todo políticas, que devuelvan el protagonismo al pueblo, a los ciudadanos. Unas reformas que trascienden lo económico y financiero porque son previas y la base para que el país salga adelante. Si solo nos ocupamos  en lo económico-financiero, no nos engañemos, en no mucho volveremos a las andadas. Eso si, muchos de los que se han aprovechado estos años ya no estarán y podrán afirmar, como esos impresentables directivos de Standard&Poor`s, “ahora que me quiten lo bailado”.
 
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es