En estos días el partido que sostiene al gobierno plantea, de nuevo, un nuevo viaje al centro. Probablemente porque el descalabro electoral ha suscitado a la cúpula popular apelar de nuevo a este espacio político para recuperar la iniciativa política.
En Europa, quien mejor interpreta hoy la política centrista es el primer ministro Mateo Renzi, que el 25 M consiguió frenar a los populistas de Grillo y ganar un buen puñado de votos del centro derecha. Renzi desde que llegó a la presidencia del consiglio no ha parado de proponer reformas en prácticamente todos los órdenes de la vida política, económica y social, encarnando magistralmente que otra política, sin caer en el radicalismo, es posible. Es esa la clave para superar la situación del momento. Un discurso de cambio creíble avalado por la coherencia y congruencia de medidas concretas.
El viaje al centro es un viaje permanente, continuo y constante. Si algún partido presume de estar en el centro político o de que ya llegó, quizás se encuentre al principio del descamino político y consiguiente derrota electoral. Siendo cierto que el centro hay que buscarlo, no lo es menos que este espacio político no es el espacio de la cosmética, del marketing, de la indefinición, de la pusilanimidad o de la abstracción. Menos todavía el espacio del oportunismo. Tal y como lo entiendo, se trata de un espacio al que se puede acceder desde la libertad solidaria y desde el pensamiento abierto, plural, dinámico y complementario. Desde luego, desde los esquemas rígidos y cerrados del pensamiento ideológico, el centro se concibe como un medio, como un instrumento para alcanzar el poder. No cómo una forma de hacer y estar en política al servicio real de las personas.
El centro tiene personalidad política propia y unas señas de identidad específicas que lo caracterizan como una de las tendencias políticas más importantes del arco político. Por una parte, el centro plantea que la persona y la dignidad del ser humano son principios y fines de la acción política, nunca medios. En otro sentido, quien pretende trabajar desde el centro político procura situarse en la realidad, atendiendo a la diversidad de aspectos y dimensiones que la componen, de forma y manera que, huyendo del dogmatismo y los aprioris, se contemplan los problemas sociales tal y como son, con mentalidad abierta, mentalidad que lleva a “remangarse” y bajar al mundo real. Entonces, cuándo la realidad se analiza desde la realidad misma, no desde los despachos de ideólogos y analistas, las posibles soluciones no proceden del prontuario o repertorio clásico de tal o cual orilla ideológica.
La capacidad de acuerdo es también otra característica distintiva del espacio del centro. Desde este punto de vista, de lo que se trata es de estar continuamente en contacto con las personas y sectores sociales afectados por los problemas que deban resolverse.Quien trabaja desde la metodología del entendimiento comprende bien que no se puede excluir a nadie del espacio público, que de todos se puede aprender y que en todos los sitios puede haber cosas buenas. También caracteriza al espacio de centro la sensibilidad social, la capacidad de comprender que las medidas políticas tienen siempre repercusiones sociales y que, por ello, el poder ha de orientarse permanentemente hacia las personas, especialmente hacia las que mayores dificultades tienen. En efecto, desde el centro se está en mejores condiciones de ejercer el poder al servicio del pueblo, al servicio del bienestar integral de los ciudadanos. Desde el centro, finalmente, se practica la política pensando en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos.
Los partidos que quieren ganar elecciones buscan el centro. Es lógico. Es un viaje o un giro que si es coyuntural o circunstancial, como ha pasado no pocas veces, al cabo de no mucho tiempo el poder se convierte en un instrumento de prepotencia y dominación. Girar, virar la nave política hacia el centro político es algo más que marketing y comunicación. El marketing y la comunicación son muy importantes, pero todavía lo es más que el proyecto político convenza a la ciudadanía de que las políticas a emprender son racionales, son humanas, están bien pensadas y contribuyen a al bienestar real de las personas.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo.
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