Días  atrás la Conferencia Política del PSOE planteó la necesidad de que el principal partido de la oposición vuelva a la centralidad de la política española. Hoy en Europa, salvo el caso de Merkel, quien está al frente del gobierno suele perder las elecciones. Que se lo pregunten a Zarkozy, a Brown  o a Sócrates por ejemplo. La realidad, sin embargo, es que hoy, en mi opinión, la opción centrista consiste en volver a recuperar las señales de identidad de la democracia como gobierno del pueblo, por y para el pueblo.
 
El viaje al centro es un viaje permanente, continuo y constante. Si algún partido presume de estar en el centro político o de que ya llegó al centro, quizás se encuentre al principio del descamino y consiguiente  derrota electoral. Siendo cierto que el centro hay que buscarlo, no lo es menos que este espacio político no es el espacio de la cosmética, del marketing, de la indefinición, de la pusilanimidad o de la abstracción. Tal y como lo entiendo, se trata de un espacio al que se puede acceder desde la libertad solidaria y desde el pensamiento abierto, plural, dinámico y complementario. Desde luego, desde los esquemas rígidos y cerrados del pensamiento ideológico, el centro se concibe como un medio, como un instrumento para alcanzar el poder.
 
El centro, según como lo entiendo, tiene personalidad política propia y unas señas de identidad específicas que lo caracterizan como una de las tendencias políticas más importantes. Por una parte, el centro plantea que la persona y la dignidad del ser humano son principios y fines de la acción política, nunca medios. Por otra parte, quien pretende trabajar desde el centro político procura situarse en la realidad, atendiendo a la diversidad de aspectos y dimensiones que la componen, de forma y manera que, huyendo del dogmatismo y los aprioris, se contemplan los problemas sociales tal y como son, con mentalidad abierta, mentalidad que lleva a “remangarse” y bajar al mundo real. Entonces, cuándo la realidad se analiza desde la realidad misma, no desde los despachos de ideólogos y analistas, las posibles soluciones no proceden del prontuario o repertorio clásico de tal o cual orilla ideológica.
 
La capacidad de acuerdo es también otro distintivo del espacio del centro. Desde este punto de vista, de lo que se trata es de estar continuamente en contacto con las personas y sectores sociales afectados por los problemas que deban resolverse. Quien trabaja desde la metodología del entendimiento comprende bien que no se puede excluir a nadie del espacio público, que de todos se puede aprender y que en todos los sitios puede haber cosas buenas. También caracteriza al espacio de centro la sensibilidad social, la capacidad de comprender que las medidas políticas tienen siempre repercusiones sociales y que, por ello, el poder ha de orientarse permanentemente hacia las personas, especialmente hacia las que mayores dificultades tienen. En efecto, desde el centro se está en mejores condiciones de ejercer el poder al servicio del pueblo, al servicio del bienestar integral de los ciudadanos. Desde el centro, finalmente, se practica la política pensando en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos.
 
Los partidos que quieren ganar elecciones buscan el centro. Es lógico. Es un viaje o un giro que si es coyuntural o circunstancial, como ha pasado no pocas veces, al cabo de no poco tiempo el poder se convierte en un instrumento de prepotencia y eliminación de lo diferente y de lo que contraria los deseos y las ideas del líder. Girar, virar la nave política hacia el centro político es algo más que marketing y comunicación. El marketing y la comunicación son muy importantes, pero todavía lo es más que el proyecto político convenza a la ciudadanía de que las políticas a emprender son racionales, son humanas, están bien pensadas y contribuyen a al bienestar real de las personas. Cuándo se divide a la sociedad, cuándo se fracciona, cuándo se cierran las puertas, cuándo se abren las heridas del pasado, cuándo se desprecia a mayorías relevantes, entonces el centro se aleja y el sectarismo se apropia de tales políticas. Hoy, el espacio de centro, entre nosotros,  tras el giro al radicalismo del PSOE, está más abierto que nunca. El problema es que al centro se llega desde la libertad solidaria, no desde la inmovilismo y el pensamiento ideológico, hoy ciertamente muy presente, de nuevo, entre nosotros.
 
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo.