Hoy en día, es lógico, se empieza a echar en falta, un espacio real de moderación, de sentido común, de ejercicio de la política coherente, responsable y con autonomía para poder pensar en los problemas colectivos de los españoles, y no tanto en operaciones de poder. En efecto, el espacio de centro se añora y seguramente más pronto que tarde volverá a la escena política, esperemos, que encarnado y representado por personas y políticas profundamente comprometidas con los derechos humanos y el progreso de nuestro país.
El espacio de centro significaponer como centro del trabajo político la preocupación de la ciudadanía, es decir, sus aspiraciones, sus expectativas, sus problemas, sus dificultades, sus ilusiones. Por eso, el centro no puede depender de una ideología en la conformación de su proyecto y de su programa, ya que el espacio de centro se delimita hoy, en primer lugar, por una renuncia expresa a todo dogmatismo político. La ideología -en el sentido en que aquí se aborda-, en cambio, aporta ante todo una visión completa y cerrada de la realidad social y de la historia, así como las claves programáticas para la resolución del problema social, que tienen tanto de dogmáticas cuanto de ideológicas.
En este sentido, la política de centro tampoco puede atender tan sólo los intereses de un sector, de un grupo, de un segmento social, económico o institucional, ya que una condición de la política de centro es el equilibrio, entendiendo por tal, moderación y atención a los intereses de todos. Hacer política para el interés de algunos, aunque se trate de grupos mayoritarios, significa prescindir de otros, y consecuentemente practicar un exclusivismo que es ajeno a una política auténticamente centrista.
Por eso, la determinación de los objetivos de una política centrista no puede hacerse realmente si no es desde la participación ciudadana. La participación ciudadana se configura como un objetivo político de primer orden, ya que constituye la esencia misma de la democracia. Una actuación política que no persiga, que no procure un grado más alto de participación ciudadana, no contribuye al enriquecimiento de la vida democrática y se hace, por lo tanto, en detrimento de los mismos ciudadanos a los que se pretende servir. Hoy, observamos en muchas latitudes formas de hacer políticas alejadas del centro y la moderación que se caracterizan por el dogmatismo, el pensamiento único y por una manera elitista de entender la participación. Solo participa realmente quien interesa a la tecnoestructura. Es algo muy viejo, tan viejo como el intento, grosero o sutil, de asfixiar al cuerpo social. Hoy, lamentablemente, a la orden del día mientras no nos despertemos de la manipulación y del control social.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana