¿Por qué la crisis económica y financiera provoca más destrozos en España que en otros países?. ¿Por qué entre nosotros las consecuencias de las crisis se presentan con más virulencia que en otros países de nuestro entorno?. No es fácil ni sencillo contestar a esta cuestión a partir de un solo argumento porque el tema es complejo y han de considerarse diversas dimensiones o factores para intentar buscar, si es posible, una contestación. Sin embargo, un aspecto fundamental se encuentra, mal que nos pese, en la irracionalidad de los horarios laborales, a la que acompaña, una escasa productividad. Veamos.
Mientras que en los países de nuestro entorno la salida del trabajo se cifra entre las 17h y las 18h, en España, como pronto, abandonamos la tarea laboral a las 19h. En efecto, trabajamos una media de 1690 horas al año, mientras que los alemanes registran 1413 y los suecos 1644 por ejemplo. Ocupamos el puesto número 119, de 142 países, en la eficiencia del mercado de trabajo. Así, claro está, nos costará más tiempo y más esfuerzo salir de la actual crisis.
Estos datos revelan algo muy preocupante. Si trabajamos más horas y producimos menos o somos menos competitivos, solo podemos concluir que tenemos algún problema en la forma de trabajar. Probablemente la cuestión tendrá que ver con el aprovechamiento del tiempo de trabajo, con la intensidad en las horas trabajadas, con los métodos utilizados o con el uso de las nuevas tecnologías. No puede ser que a más horas de tarea laboral menor rentabilidad. Este es un punto a estudiar en profundidad porque seguramente se deberían mejorar, como regla general, también en el sector público, las técnicas de evaluación del desempeño. Sobre todo, en lo que se refiere a la medición de la cantidad y de la calidad y, especialmente, en la preservación de criterios de objetividad y rigor.
Si se trabajan tantas horas tal y como nos revela el informe de la comisión nacional de racionalización de los horarios, es obvio que la conciliación con la vida familiar o que la realización de tareas solidarias o de contenido cívico será muy pero que muy difícil. Entre otras razones, debido a la sobrecarga de los horarios laborales en España, el grado y la intensidad de la participación del pueblo en asuntos cívicos o de interés general es muy baja. Hasta el punto de que son los partidos políticos a través de sus terminales mediáticas quienes “sustituyen” a la población en todos los variados y multiformes aspectos de la representación cívica.
La vida humana tiene muchos aspectos, muchas dimensiones. Desde luego el trabajo es una de las más importantes. Pero con escasa vida familiar, sin compromisos cívicos, sin  ejercicio solidario, nos convertimos en seres incompletos, en seres más manipulables, más controlables. Por eso, si los horarios de trabajo fueran más racionales,  el desarrollo de la personalidad de los ciudadanos será más completa, más libre, más humana. Mientras sigamos condenando a las personas a horarios de trabajo tan poco razonables, el grado de inestabilidad familiar y social seguirá in crescendo y, por ende, la inestabilidad general.
Los partidos debieran tratar seriamente  este tema, también en este momento de desventura y de vacas flacas. No es razonable seguir instalados en la actual situación. Se trata de trabajar en condiciones dignas que posibiliten el desarrollo libre y solidario de la personalidad. Ahora precisamente, en plena crisis, se podría acometer, junto a otras reformas, la siempre pendiente reforma de los horarios laborales y su vinculación a la productividad. Es decir, a mejorar el aprovechamiento del tiempo en el trabajo. Un asunto en verdad relevante, muy relevante. Más de lo que pensamos.
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es