Cuando se trata sobre la sociedad del conocimiento es preciso tener presente las características de la realidad que nos circunda. Habermas ha señalado que una de las manifestaciones de la realidad presente es que es inabarcable, que es una realidad compleja porque tiene muchas dimensiones, todas ellas bien relevantes. En efecto, el pensador social, el filósofo tiene que tener la sensibilidad necesaria para buscar puntos de equilibrio, de síntesis de todos esos aspectos que configuran una determinada realidad. Desde el buen gobierno y la buena administración debe asumirse esta condición compleja de la realidad porque, de lo contrario, podrían adoptarse decisiones sin fundamento “in re”, algo que se practica con ocasión y sin ella desde el pensamiento acrítico que hoy trata de envolver toda cuanta actividad es objeto de su consideración.

Lógicamente, en este contexto, nos encontramos con la idea del límite, que es una cuestión esencial a la condición humana y a la propia realidad. Podrá gustar más,  podrá gustar menos, pero es indudable que existen límites, y esos límites, en lugar de contemplarse como barreras, o como dificultades u obstáculos, desde el buen gobierno, desde la buena administración, pueden considerarse  como condiciones de trabajo para la humanización de la realidad, de manera que la gestión de la nueva complejidad puede hacerse, como dice Llano, a partir de un nuevo temple humanista que nos ayudará, por ejemplo, a entender el sentido que tiene la fragmentación social, el sentido que tiene la globalización, el sentido que tiene la ausencia de normas sustanciales y el sentido que tiene lo que se llama implosión o quiebra de los criterios reguladores de instituciones centrales para el desarrollo de la sociedad, como puede ser la universidad, como puede ser la familia. En definitiva, la existencia de límites, asegura la humanización del gobierno y de la administración porque no todo lo que se puede hacer debe hacerse. Más bien,   aquello, y no es poco, que subraya la dimensión humana de la realidad. Casi nada.

Jaime Rodríguez-Arana

@jrodriguezarana