Islandia, una pequeña isla a medio camino entre Europa, Estados Unidos y el Círculo Polar, fue centro de atención mundial en 2008 y 2009 a causa de las responsabilidades en que incurrieron el primer ministro y algunos de los más flamantes banqueros de la pequeña isla en el manejo de la crisis financiera. Una crisis que dejó al país con una pérdida del 8% de su riqueza y un desempleo, inédito, del 11.3%. Hoy, a principios de 2015, Islandia registra un desempleo del 4% y una subida de los salarios del orden del 6%. Pregunta, ¿cómo es posible?.
En los años ochenta de siglo pasado Islandia experimentó un rápido crecimiento económico bajo las privatizaciones de empresas y sociedades públicas y las reducciones de impuestos. En esa época la renta per cápita subió exponencialmente, el paro se instaló en el 1 % y las inversiones en energía verde y en nuevas tecnologías caracterizaron un modelo económico que era envidiado por propios y extraños. Con la llegada del siglo XXI la banca se privatizó y de la mano de la autorregulación se expandió sin límite con la inestimable colaboración de unos tipos de interés cercanos al 15% que hacían las delicias de no pocos inversores. Sin embargo, la situación, como suele acontecer en estos casos, se descuadró. De repente, todo se vino abajo en un abrir y cerrar de ojos. La concesión, sin garantías, de créditos millonarios sin control a los propios directivos, familias y políticos, una alucinante adquisición de activos en diversas partes del globo a cual más glamorosa, el crecimiento irracional de los valores de la bolsa y la exponencial subida de los precios de los pisos, dio paso a una alocada forma de vida que sedujo a no pocos protagonistas de la vida económica y política.
En ese tiempo, todo era posible: dos o tres casas por familia, coches de lujo que se cambiaban en poco tiempo y todo un tren de vida irracional que en algún momento traería consecuencias. Los créditos, sin garantías, todo lo permitían y, lo más grave, los políticos, metidos en el ajo, dejaron de hacer pié y se convirtieron en una pieza más de un sistema abocado a la maximización del beneficio en el más breve plazo de tiempo posible con independencia de los medios empleados para conseguirlo.
Enseguida la inflación se desbocó, el paro alcanzó cifras insólitas para el país, la moneda se desplomó, el PIB cayó el 15% y los bancos perdieron cerca de 100.000 millones de dólares. El corralito argentino hizo acto de presencia bajo la forma de control de capitales, el paro alcanzó nada menos que el 11%, buena parte de la población se endeudó hasta las cejas, el sistema bancario fue nacionalizado y el Estado asumió cerca del 25% de PIB para rescatar el sistema financiero. La deuda pública se situó por encima del 100 % del PIB y se incrementaron los impuestos con drásticas reducciones del gasto público. Llegó un rescate con aumentos en el IRPF, en el IVA, así como descensos en los salarios y reducciones de la política social.
Pues bien, seis años después, Islandia, el país que dejó caer a sus bancos y que rehusó el ingreso en la UE, parece que se recupera de la dura crisis de 2008 y 2009 alcanzado registros incluso mejores a los momentos previos al desplome. Es la sorprendente conclusión de un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre Islandia dado a conocer estos días sobre la economía islandesa, en el que se destaca que la tasa de desempleo bajó al 4.1 en 2014 aumentando los salarios una media del 5.8 %.
Es decir, Islandia ha pasado de nuevo a ser una de las economías que más crecen en Europa con una de las tasas más bajas de paro. Según el FMI, el auge del turismo y de la pesca están en la base del milagro islandés y para este año y el siguiente se pronostica un crecimiento cercano al 3.5 % y 3.2 % respectivamente. El sector financiero se ha recuperado y el ajuste fiscal implantado en estos años no ha impedido mantener el modelo nórdico de bienestar social. El Banco Central, sigue diciendo en su informe el FMI controló la inflación y la temprana depreciación de su divisa impulsó la competitividad. Sin embargo, no todo son loas y alabanzas. El FMI también advierte sobre el exceso de la balanza de pagos y del refuerzo delas redes de seguridad de las entidades financieras.
En cualquier caso, un país en el que los dirigentes financieros pagaron por sus comportamientos y en el que el primer ministro fue sentado en el banquillo a causa de la conducción de la crisis, es lógico que supere la situación. En otras latitudes los verdaderos responsables de los desaguisados hasta han ascendido en el escalafón cuándo no alcanzado altas magistraturas.
En fin, un caso digno de estudio. Un caso en el que, según el actual presidente, parte de la recuperación se ha debido, agárrense que vienen curvas, a desoír los consejos de los organismos internacionales, en particular de la UE, para que aplicaran medidas de austeridad. Sencillamente, asombroso.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es
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