De nuevo, la lucha por la libertad, la conquista de las libertades, como en el pasado, vuelve al primer plano de la vida social y política. Efectivamente, la constante intromisión del poder público en los hogares de los ciudadanos, en la conciencia moral de los estudiantes, en las convicciones y creencias del pueblo, reclaman que la libertad ocupe el lugar que le corresponde. Sin exagerar, corremos peligro de que esta omnipotente maquinaria pública al servicio de los dogmas del populismo actual termine por anular el pensamiento plural, la capacidad de análisis crítico y, lo que es más grave, las más elementales exigencias de la vida en libertad. Hoy, el carril único por el que debe transitar todo aquel que desee ser bien visto por la tecnoestructura dominante, conduce a una masa que ha ido cediendo con el tiempo el temple democrático hasta sacrificar en el altar de la seguridad y del control sus libertades más preciadas.
El poder, a pesar de que tiene por obligación constitucional facilitar el ejercicio de las libertades, no hace otra cosa, desde hace algunos años, que atacar, sutilmente o groseramente según los casos, al que no se somete al pensamiento único. Ahí están los constantes ataques a la libertad de expresión, ahí está la desnaturalización de instituciones sociales que durante siglos han consolidado la vida social desde esquemas de estabilidad, ahí está la manipulación de las conciencias morales de los alumnos bajo la doctrina única que hoy se trata de inculcar desde el vértice y la cúpula. Ahí están las dádivas que, de una u otra manera, se entregan a quienes oficien de aduladores de las excelencias de la nueva modernidad que por fin acampa entre nosotros gracias a los desvelos y al titánico trabajo de esos expertos en control y manipulación social que ahora dirigen este país.
Y, por si fuera poco, determinadas redes sociales, que debieran ser expresiones del interés general, se arrogan la tarea de lesionar libertades sin esperar a que sea el juez quien determine, en el caso concreto, si el ejercicio de tal o cual derecho se acorde al Ordenamiento jurídico. La censura preventiva, ahora sin tapujos, también se practica desde algunas terminales mediáticas mientras el silencio de una clase intelectual sumisa ante el poder, público o privado, se esconde para no perder los beneficios de los que disfruta.
Hoy, en España, con un gobierno que se ha atrincherado en los dogmas del radicalismo, es hora de subrayar el discurso de la libertad, de la libertad de todos, de la fuerza de las iniciativas sociales, de la relevancia del ejercicio de todas y cada una de las libertades ciudadanas. Desde la libertad de pensamiento y de expresión hasta la libertad de educación y de investigación pasando por la libertad económica y la libertad religiosa. En España, en estos años el ejercicio de la libertad sale cara. La razón podría encontrarse en la instalación entre nosotros de un ambiente de autoritarismo intelectual, de dictadura de lo políticamente correcto o eficaz que lleva a subvertir el orden moral de manera que el fin lo justifica todo. Si lo importante es ganar dinero y para ello ha de renunciarse a las ideas, se renuncia. Si lo relevante es el poder y para ello hay que arrodillarse ante los que mandan, qué se le va a hacer. Si para poner en marcha ciertas iniciativas sociales es menester admitir el control público o político, se asume. Si para publicar tal o cual artículo hay que postrarse ante el que manda, no hay problema.
La lucha por las libertades, insisto, es un tema de actualidad. En manera alguna se ha producido, como cacarean sin desmayo las terminales mediáticas del poder, una extensión de los derechos y las libertades. Más bien, lo contrario, se extienden los derechos y libertades de las minorías adeptas en detrimento de los derechos y libertades de las mayorías que se encuentran desprotegidos y sin amparo pues también el poder judicial empieza a alinearse con las terminales tecnoestructurales.
Todos sabemos bien lo que pasa. Sabemos que lo más cómodo es no meterse en líos y renunciar a la libertad por un plato de lentejas. La libertad, que la ejerza quien sea capaz de desafiar el pensamiento dominante. Nos hemos olvidado de que la libertad o se practica o se olvida, o se ejercita o desaparece. Por eso, conviene recordar que es de la esencia de la educación cívica promover espacios de libertad, no de adoctrinamiento. Ahora más que nunca porque la libertad, parece mentira, está en peligro.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana