Estos días, como si de algo novedoso se tratara, se constata de nuevo la elevada deuda del sector público español. Nada menos que 1.020.680  millones de euros, lo que representa el 96.5 % del PIB. Afirmaciones del tenor de que todavía pagamos demasiado por los créditos que nos conceden,  de que las instituciones públicas no se van a poder financiar y demás comentarios de este jaez jalonan la reacción de nuestra clase dirigente ante lo que, por otra parte, era bien conocido y previsible. Gestionando a base de endeudamiento tarde o temprano se  produciría lo que se ha producido.
A pesar de que la deuda de las Autonomías ha descendido un poco, la deuda pública es muy alta, efectivamente. Tan alta que ya supone el pago diario de muchos millones  de euros en concepto de intereses. Una cantidad, además, que para el año entrante supera lo que nos gastamos en el capítulo de personal en los presupuestos generales del Estado. Tal deuda viene motivada, quién podrá negarlo, en una parte muy importante por la cantidad de organismos y entidades públicas innecesarios que han poblado nuestro país  en los últimos años. Junto a ello, el número de políticos: diputados , altos cargos y personal eventual que inundan gobiernos y administraciones, se estima, según diferentes algunos cálculos que se han publicado, en 79.000 personas, que sumadas a los gerifaltes de las empresas públicas y demás integrantes del elefantiásico sector público español, llegan, según datos oficiosos que no andarán muy errados, a los 400.000. El doble de  personal de designación política, si este dígito fuera exacto, de los que los que tiene Italia o Francia.
Mientras tanto, los españoles seguimos condenados a mantener esta irracional estructura que hasta el momento, salvo honrosas excepciones, permanece intocada, inalterable. Eso sí, se nos suben los impuestos, se reducen los salarios, no se revalorizan las pensiones y, sin embargo, no se sabe por qué extraña razón, la legión de personal de naturaleza política, y los organismos que les sirven de cobertura vital, ahí están, vivos y coleando.
Mario Draghi señalaba recientemente día algo tan sencillo como evidente, bajen el gasto público y alivien la presión fiscal a los ciudadanos. En otras palabras, primero las personas, después las estructuras. Las estructuras están para las personas no las personas para las estructuras.
 
 
 
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es