La crisis económica y financiera, quien lo iba a decir, nos está ayudando a realizar reformas pendientes de hace décadas que, por diversas razones, habían quedado aparcadas. Una de ellas, de gran importancia para la calidad de vida de las personas, es la reforma dela Administraciónpública. Una reforma que no es un simple ajuste organizativo o un proceso de simplificación y racionalización de estructuras burocráticas. La cuestión, a mi juicio, es de más calado, afecta al modelo mismo de Administración en un Estado compuesto como es el Estado de las Autonomías español.
 
Treinta y tres años después dela Constituciónde 1978 es tiempo más que suficiente para hacer un diagnóstico sereno y riguroso de la evolución del modelo. El modelo autonómico es un evidente acierto que permite a las nacionalidades y regiones, como establecela Constitución, asumir cotas relevantes de poder político para administrar políticas públicas al servicio de los habitantes.
 
A pesar de que el autogobierno reconocido enla Constitucióny en los Estatutos de autonomías parecía invitar a esquemas organizativos y competenciales más allá del sistema estatal, la realidad acredita indubitablemente que las Comunidades Autónomas, quizás por falta de una reflexión madura sobre el tema, han transitado por la senda organizativa y estructural del Estado. Al cabo del tiempo, se constata fácilmente que ese camino es erróneo y, como cabía esperar, ha traído consigo un régimen que se ha convertido en un fin en sí mismo. Un modelo que ha supuesto un aumento exponencial del gasto público y, por ende, un recurso permanente al endeudamiento.
 
Las Comunidades Autónomas no han nacido para emular al Estado. Los constituyentes las alumbraron para un mejor ejercicio de las políticas propias que ayudara a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Son, efectivamente, un medio para una mejor gestión y administración de los intereses públicos propios. Sin embargo, insisto, el camino recorrido demuestra que hoy por hoy se ha alcanzado un estadio que debe llevar a una reflexión a la altura del tiempo y del país en que vivimos. No puede ser, de ninguna de las maneras, que ahora vengan con las tijeras y empiecen, sin ton ni son, a cortar y  cortar instituciones y estructuras sin más. Si nos quedamos únicamente en parches y más parches, en recortes y más recortes sin afrontar una reforma estructural que cuente con el apoyo de todos, en no mucho tiempo volveremos a las andadas.
 
La cuestión no reside en podarla Administraciónautonómica sin más. La cuestión es mucho más importante. Afecta, por supuesto, a la planta y al esqueleto dela Administraciónautonómica. Pero también, y no poco, a la estructura y funciones de un Estado que a pesar de la descentralización política y administrativa operada, necesita una puesta al día para asumir el papel y funcionalidad que los nuevos tiempos le atribuyen.
 
Es menester, por tanto, analizar el modelo del Estado en el siglo XXI. Un modelo, por cierto, que ha de tener en cuenta la evolución de las políticas públicas generales que afectan al nudo gordiano de la esencia del Estado. Promoción de las libertades, regulación, ordenación general, igualdad, solidaridad, entre otras tareas , conforman políticas públicas en las que el rol del Estado actual no está a la altura de las circunstancias. De la misma manera, los funcionarios del Estado que trabajan en estos sectores deben estar adiestrados y preparados para llevar a buen fin la implementación de dichas políticas públicas. Por tanto, reforma del corazón del Estado, reforma de los planes de preparación del personal, y luego, después, en otra dimensión, estructuras y organizaciones diseñadas `para poder realizar esas funciones de planeamiento estratégico que hoy, e mi juicio, configuran el alma de un Estado profundamente descentralizado como el nuestro.
 
Si estuviéramos en el Reino Unido, se estaría trabajando en un libro blanco, serio y riguroso, plural y abierto a la participación de todos los sectores y colectivos competentes en la materia. Por estos lares, sin embargo, se prefiere salir del paso con el concurso de afines y adeptos acostumbrados al pensamiento plano. Sin embargo, como suele decirse , no hay mal que por bien no venga. Tenemos una magnífica ocasión para rectificar el rumbo del tema administrativo. Podemos hacerlo como sea, de cualquier manera: lo importante es ahorrar y punto. O podemos hacerlo con rigor y con seriedad, desde el conocimiento de la cuestión, desde la mentalidad abierta, desde el pensamiento complementario. El tiempo pasa y el tema urge.
 
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo y actualmente presidela AsociaciónEspañolade Ciencias Administrativas.