El 25 M, con las limitaciones propias de una elección europea, muestra nítidamente el descontento general de la ciudadanía con la forma de estar y hacer política en el viejo continente. El partido ganador es la abstención y eso, en un sistema que se basa en la participación ciudadana, es muy grave, muy grave. Si a eso se une el descalabro de los partidos tradicionales y la emergencia de opciones xenófobas y radicales, entonces hemos de registrar que es menester certificar el ocaso de las viejas políticas y la bienvenida a nuevas formas de concebir y de realizar la política.
 
En este contexto, reaparece el espacio del centro político, un espacio que ordinariamente se desnaturaliza y se usa sin saber muy bien en que consiste. Por una parte, porque la mentalidad de muchos dirigentes que presumen de centrismo sigue estando cerrada, porque el entendimiento se entiende ideológicamente y porque la sensibilidad social es algo postizo,  artificial, no una convicción auténtica que preside la entera acción política.
 
El espacio del centro, del que llevo hablando y escribiendo desde hace algunos años, responde a nuevos métodos,  nuevas mentalidades y nuevas  actitudes de hacer política propios de una época que ve superado el pensamiento encerrado y que, al mismo tiempo que trasciende la tradicional disyuntiva izquierda – derecha, no se reduce a meros intentos de equidistancia o componendas: tiene la entidad propia de una tercera posición. Veamos.
 
El pensamiento compatible  permite hacer realidad, por ejemplo, el mercado solidario. El pensamiento dinámico produce sinergias, por ejemplo, entre los ámbitos de lo público y lo privado. Y el pensamiento plural  se resiste, por ejemplo, al uniformismo y a la segregación. Estas nuevas formas de comprender y de acercarse a la realidad social y política constituyen un intento, cada vez más necesario, de fundar las ideas que configuran el espacio del centro, proponiendo un paso más en la vital convergencia de la teoría política con las aspiraciones de las mujeres y de los hombres de este tiempo dominado por una crisis general que afecta a todas las dimensiones de la vida humana.
 
El centro no es una operación de maquillaje político tal y como habitualmente es interpretado en la política española. Tampoco es una transformación mágica e instantánea de la realidad: no  se han comportado así  las ideas que han cambiado profundamente la sociedad. Sin embargo, el viaje del tren que lleva a las posiciones políticas de centro ha comenzado en gran parte de Europa, especialmente el 25 M,  y en ese proceso se están  diseñando  nuevas interpretaciones de conceptos que  llevan doscientos años de vigencia, que han cumplido su misión y que hasta ahora no tenían discusión ni sustitución.

 
 
El espacio de centro, por supuesto,  es estrategia, imagen y compromiso, pero es, sobre todo,  la emergencia de una nueva forma de hacer política, consecuencia de la experiencia de estos dos últimos siglos, consecuencia de la reforma de unos conceptos que tuvieron su validez pero que ahora no se ajustan a los cambios que experimentamos en la nueva realidad. Entre otras cosas, la emergencia de este nuevo espacio político no tiene nada que ver, está en las antípodas, de las viejas y arcaiacas formas de hacer politica de los partidos tradicionales, organizaciones partidarias dominadas por tecnoestructuras que han preferido disfrutar de los privilegios que abrirse a la realidad y con las personas diseñar políticas de mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos.
 
El 25 M demuestra que es posible avanzar en la modernización de nuestra vida política, que es menester involucrarse en cambios y transformaciones en lugar de seguir pensando  que es  más cómodo mantener viejos prejuicios o atenerse exclusivamente a lo que han sido referencias de toda una vida. Es decir,  es imprescindible abrirse a la reforma de  conceptos que han caducado porque estamos en otro mundo. Un mundo, además, dominada por una grave crisis general que está propiciando una mayor presencia y participación social en los asuntos que afectan al interés general.
 
Ahora, en Europa, sobre todo tras el 25 M, deberían abrirse nuevos espacios políticos y  practicarse nuevas políticas acordes con las ideas centrales que conformaron al viejo continente como paladín de la libertad y la solidaridad. Si la xenofobia, el racismo, el elitismo o el populismo y el estatismo son las nuevas referencias, aviados vamos. Precisamos nuevas políticas europeas congruentes con nuestra identidad y nuestra historia. Ahora que las opciones tradicionales fracasan por su cerrazón y conversión en rígidas burocracias dominadas por quienes solo aspiran a estar en el vértice a como de luegar, es momento para reflexionar y reformar lo que sea menester de manera que esa libertad solidaria que con tanto esfuerzo se alumbró en Europa hace tantos años recuperes su sentido original adaptado a los nuevos tiempos.
 
Son, estos, tiempos  para recuperar la centralidad de la dignidad humana, para compometerse en serio con un amplio espacio de recionalidad, realidad, mentalidad abierta, metodología del entendimiento y sensibilidad social. Un espacio centrado en la dignidad la persona, un espacio que trabaja sobre la realidad con la razón y desde el pensamiento abierto, la mentodología del entendimiento y la sensibilidad social.
 
 
 
Jaime Rodríguez-Arana
Catedrático de Derecho Administrativo.