Zygmunt Bauman, sociólogo polaco de origen judío que puso en circulación en 1999 la idea de la modernidad líquida, acaba de señalar en una entrevista en un medio de tirada nacional, que las redes sociales, a pesar de su prestigio y uso multitudinario, son una trampa. Una trampa porque, en opinión de este desafiante pensador, mucha gente utiliza las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en las llamadas zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz y de personas que como ellas ven las cosas y el mundo en general de la misma forma, donde lo único que perciben son los reflejos de su cara y el rostro de quienes están con ellos alineados ideológicamente. Las redes sociales son muy útiles, termina Bauman, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.
Esta doctrina, expuesta en este tiempo, tiene un antecedente en la llamada espiral del silencio, patrocinada por Elisabeth Noelle-Neumann allá por 1974. Un término, espiral del silencio, de palpitante y rabiosa actualidad en el mundo que vivimos. En efecto, quienes están convencidos de que sus ideas u opiniones son minoritarias o incluso impopulares tienden, por miedo al aislamiento social, a guardárselas para sí mismas y sus círculos más íntimos, sin expresarlas en público. Tal fenómeno, el silencio de las propias ideas que se estiman minoritarias, genera una espiral que refuerza el silencio: como se piensa que la opinión, sobre todo cuando contradice a los oráculos oficiales, es “peligrosa”, “políticamente incorrecta o inconveniente”, que desafía al “pensamiento dominante”, se suele callar y a fuerza de no expresarse, es cada vez más minoritaria. Entonces, el predominio de lo que interesa a los fuertes y poderosos aplasta el pensamiento diferente, el pensamiento plural.
Pues bien, una reciente encuesta realizada por el Pew Research Center de los Estados Unidos, confirma, en contra de lo que podría parecer, que las redes sociales refuerzan la espiral del silencio. En efecto, las redes sociales, con toda su potencia de comunicación, debieran ser, tienen todas las condiciones para ello, un magnífico instrumento para que las ideas y posiciones minoritarias tuvieran también acceso al espacio de la deliberación pública. Además, podría pensarse con todo fundamento que a través de las redes sociales precisamente se potenciará el debate, la discusión. Y no es que no existan encendidas polémicas en las redes, que las hay, pero lo cotidiano, lo de todos los días, anima la espiral del silencio.
Pues bien, la encuesta de referencia confirma la tendencia a transmitir ideas compartidas por los interlocutores. Por ejemplo, los encuestados manifiestan que estarían dispuestos a opinar sobre el caso Snowden en conversaciones privadas, con familiares o colegas de trabajo antes que en las redes sociales. Las redes sociales, señala la encuesta, son el único ámbito en el que la mayoría de los encuestados no quieren hablar del asunto, mientras que de dos tercios a tres cuartos de los consultados lo haría en reuniones familiares o con amigos, o en el mismo trabajo profesional. Lo mismo podría predicarse de temas como la adopción por parte de uniones entre personas del mismo sexo, el cheque escolar, o cualesquiera otros en los que cabe presumir que las opiniones diferentes a las terminales mediáticas de ciertas tecnoestructuras, puedan ser objeto de mofa o incluso señaladas o perseguidas por el pensamiento único.
Es decir, las redes sociales refuerzan la espiral del silencio. Las razones son varias. A veces los usuarios no quieren discrepar por no decepcionar a sus amigos, que hasta podrían darse de baja como seguidores de twitter, telegram, Instagram… por ejemplo. En otros casos, porque lo escrito deja huella y es posible que tales opiniones en el futuro puedan perjudicar a sus autores. Incluso hay quien piensa que el hecho de quienes han defendido posiciones minoritarias hayan sido condenados al ostracismo o al acoso es argumento para mantenerse al margen de los debates o de la formulación de ideas de esta naturaleza.
Esta encuesta señala, no que no se debata o se discuta en las redes sociales, porque tal afirmación sería falsa. Demuestra, sin embargo, que se debate o discute menos de lo que se pensaba. Al utilizar estos instrumentos de comunicación tan accesibles, más que abrirnos al diálogo con personas que manejan diferentes posiciones o ideas, lo que hacemos mayoritariamente es introducirnos en círculos de personas con las mismas o análogas formas de pensar. Como muestra esta encuesta que glosamos en el artículo de hoy: las propias redes potencian esos nichos de opinión porque seleccionan los contenidos que exhiben y los posibles nuevos amigos o seguidores por la afinidad con cada usuario
En fin, Cain Miller señalaba no hace mucho en New York Times que las redes sociales polarizan la vida social, rebajan la diversidad y reprimen la participación en asuntos públicos. Como dice Bauman, las redes sociales son una trampa. ¿Será posible?.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana
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