Hoy, las modernas tendencias de las ciencias sociales nos advierten, a pesar de lo que constatamos en la real realidad, acerca de la superación del pensamiento único, que tanto ha influido en el modo de acercarse al estudio de tantos conceptos e instituciones. Aplicándolo al tema de los gobiernos locales y autonómicos, podríamos señalar que los Entes territoriales locales se definen por contraposición con los autonómicos en tanto que la autonomía local supone un espacio de minusvaloración del sistema autonómico. En consecuencia, nos hallamos con que la necesaria revitalización de la dimensión local será abortada a partir del pensamiento único que pretende erigir a los Entes autonómicos como únicos depositarios de la autonomía real del pueblo que habita la Comunidad Autónoma, considerando a las Corporaciones locales prácticamente como instituciones enemigas en tanto que compiten en la gestión de servicios públicos en territorios más o menos coincidentes. Es decir, la autonomía local introduce un elemento de diferenciación que sería casi incompatible con la homogeneidad autonómica.

Nuestra Constitución ayuda a entender la funcionalidad y alcance de los Entes territoriales, la dimensión abierta, plural, dinámica y complementaria que rezuma su contenido. Porque, ¿cuál es el legado constitucional? Un amplio espacio de consenso, de superación de posiciones encontradas, de búsqueda de soluciones, de tolerancia, que, hoy como ayer, siguen fundamentando nuestra convivencia democrática.

Este espíritu de diálogo aparece cuando se piensa en los problemas de la gente, cuando detrás de las decisiones a adoptarse aparecen las necesidades y las aspiraciones legítimas de los ciudadanos. Sólo entonces se dan las condiciones que hicieron posible la Carta Magna: la mentalidad dialogante, el pensamiento reflexivo, la búsqueda continua de puntos de confluencia y la capacidad de conciliar y de escuchar a los demás; y, lo más importante, la disposición para empezar a trabajar juntos por la justicia, la libertad y la seguridad desde un marco de respeto.

Hoy, sin embargo, es evidente que el panorama social y político se ha alejado de aquel ambiente de concordia que hizo posible la Constitución de 1978. Por eso es preciso recuperar ese espíritu de acuerdo, asumiendo la necesidad de pensar menos en el poder y más en el bienestar de la gente. Así será más fácil hallar el necesario ambiente de equilibrio entre los Poderes territoriales desde el que, en el marco del pensamiento abierto, plural, dinámico y complementario, se podrá servir con mayor objetividad al interés general y, por ende, a todos los ciudadanos. Algo, en estos tiempos inciertos, indispensable para el progreso social.

Jaime Rodriguez-Arana

@jrodriguezarana