La sociedad en que vivimos, como reconocía de forma clarividente hace algunos años Ulrich Beck, es una sociedad de riesgos. Riesgos en el mundo de las finanzas, en el mundo del clima, en el mundo del tráfico de personas por aire, por carretera o por mar, en el mundo del medio ambiente, en las relaciones internacionales, o, por ejemplo, en el mundo de la industria en cualquiera de sus ramas o sectores. La seguridad se ha convertido en una característica ansiada por millones de ciudadanos que están viendo, y sufriendo, como la existencia de determinados riesgos en determinadas actividades han dado lugar a lesiones y perturbaciones de su posición jurídica, patrimonial o física. Por eso, frente a las amenazas, potenciales y reales, en este tiempo ha cobrado especial relieve el principio de precaución y las medidas de prevención en tantas y tantas actividades humanas.
Por lo que se refiere a las finanzas, de la actividad de las entidades financieras, no es ningún secreto afirmar ahora que en el pasado más próximo muchas de ellas se han especializado en el uso interesado de los riesgos en su propio beneficio. Un caso es de las inversiones especulativas que en muchas ocasiones han ocasionado quebrantos económicos a los cuentacorrentistas. Por eso en Estados Unidos, en el último mes de 2013 se aprobó la denominada regla Volcker, precisamente destinada a limitar al máximo las inversiones que los bancos puedan hacer con los fondos que reciben de sus clientes. De esta manera se espera, ya veremos,  que se puedan reducir las actividades de riesgo que puedan afectar a los clientes de estas entidades financieras.
La regla Volcker llevaba cuatro años durmiendo el sueño de los justos. Fue propuesta nada menos que por Obama en 2013 y el lobby bancario consiguió parar la iniciativa bastantes meses a pesar de que tales prácticas habían sido, en buena medida, desencadenantes de no pocos fraudes y fiascos que ocasionaron daños cuantiosos a muchos cuentacorrentistas. Al final, como es lógico, el 10 de diciembre se aprueba la regla Volcker y a partir de ahora los reguladores financieros en los EEUU podrán evitar que los bancos especulen usando los depósitos garantizados y otros fondos de sus clientes.
Es sabido que la regla Volcker surge como reacción frente al fraude protagonizado por JP Morgan a través de una conocida inversión estructurada con deuda europea que produjo pérdidas millonarias a muchos clientes del banco de inversión. La limitación de los riesgos contribuye, desde luego, a mejorar la seguridad del sistema financiero, un sistema que se había abocado a una huida hacia delante con todo tipo de prototipos y vanguardistas técnicas de ingeniería financiera que tanto daño hicieron a tantos millones de personas en todo el mundo.
La regla Volcker, sin embargo, no se reduce a evitar las inversiones especulativas con los fondos de sus clientes. También se extiende a la remuneración de los agentes financieros que se ocupan de estas operaciones, que a partir de ahora serán castigados, nunca premiados o incentivados, cuándo asuman riesgos excesivos nocivos para la entidad financiera de que se trate.
La regla Volcker tendrá un año de “vacatio” para que los bancos ajusten sus negocios. En 2015 empezará a ser aplicada por los reguladores financieros de los EEUU. Será menester, en este tiempo, perfilar en lo concreto las operaciones que se consideran de riesgo para los clientes y, sobre todo, para, aprovechando la denominada regla Glass-Steagal, separar la actividad comercial de la banca de inversión.
En fin, se van dando pasos pensando en los usuarios de los servicios bancarios. Son reglas y normas que van en la buena dirección. Reglas y normas que deberían homologarse a nivel global porque el problema de los riesgos bancarios es universal y la seguridad debe ser también planetaria.
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es