La dignidad del ser humano, como todos sabemos, es el centro y la raíz del Estado, el fundamento de los derechos humanos y la garantía de la igualdad de todas las personas. Cuándo se protege, se defiende y se promueve, la vida social, política y económica camina por derroteros de verdadero progreso en todas sus dimensiones. Y cuando se lamina o se mercadea con ella, entonces aparece la dictadura de los fuertes, la esclavitud reaparece bajo nuevas formas, más o menos sutiles, y finalmente nos topamos con esa máxima tan nefasta que admite que todo, absolutamente todo, también los derechos humanos, tiene un precio. Un precio que no pocos están dispuestos a pagar aunque sea a acosta de renunciar a principios y valores fundamentales.
No es ningún secreto reconocer que el viejo continente se encuentra en una encrucijada en la que lamentablemente pierden los valores y principios que en su día forjaron una cultura de la solidaridad, del derecho y del pensamiento. Pues bien, en este contexto nos topamos con que la Unión Europea, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos para más señas, acaba de autorizar la compra-venta de seres humanos. Algo bien fuerte y que sin embargo acaba de producirse para sonrojo y sorpresa de propios y extraños.
El caso es bien sencillo: un matrimonio que no puede tener hijos por problemas de gestación de la madre alquila un vientre ajeno, ahora llamado madre portadora. Tal operación se denomina gestación por sustitución o gestación ajena. El bebe así concebido se llama bebe por GPA, bebe por gestación ajena. El paso siguiente: la mujer gestante puede dar a luz un hijo, no con óvulo y esperma del matrimonio, sino solamente con el óvulo de la madre sustituida y el esperma de otro hombre distinto del marido no fértil o al revés.
Por esta senda se llega a la gestación ajena aplicable a supuestos en los que no hay ninguna maternidad ni gestación por sustitución en el caso de que los padres sean un matrimonio homosexual de varones. Como es obvio, en caso de dos varones, es imposible la gestación o la maternidad por lo que no puede haber sustitución en lo que en sí mismo es insustituible.
Pues bien, el proceso llega a su término y nos encontramos con un bebé, un ser humano, una persona, que ha sido objeto de un contrato mercantil como si de una cosa o una mercancía se tratara. Tal acontecimiento ha tenido lugar en Europa, en el seno de un Tribunal que se denomina de los Derechos Humanos, un Tribunal que ha legitimado la compra mediante precio de un ser humano.
La compra-venta de seres humanos sugiere prácticas abyectas y costumbres de otro tiempo en las que la esclavitud, la servidumbre y la trata de personas tenían carta de naturaleza. Ahora, por mor de la renuncia a los principios, a causa de que todo tiene un precio y por el miedo ante la dominación de los fuertes, pasan estas cosas. Unas cosas que dentro de unos años, cuando desaparezca la dictadura de lo políticamente correcto, serán juzgadas y evaluadas como lo que son. Ni más ni menos.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es
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