En estos términos, a los que refiere la rúbrica del artículo de hoy, bastante atinados e inteligentes, se ha expresado el portavoz de economía de la comisión europea Amadeo Altafaj para calificar la pretensión de que el fondo europeo de rescate compre masivamente la deuda pública de Italia y España. Todo lo más, señala el portavoz de la comisión, se aliviaría temporalmente la tensión en los mercados pero no resolvería los problemas estructurales de las economías de estos dos grandes países. Es decir, tal solución sería paracetamol financiero, porque lo único que relajaría sería el dolor, el malestar, en modo alguno las causas de la enfermedad. Y si no trabajamos sobre las causas, en poco tiempo volveremos a las andadas.
Podríamos decir, usando el castizo dicho castellano, que usando el fondo de rescate para tal fin se estaría ingresando a un escenario de pan para hoy y hambre para mañana. En efecto, el problema de la elevadísima deuda pública, y sobre todo privada, que hay en España no resuelve con más deuda o con su compra por el fondo de rescate europeo. Por una elemental razón. Pretender que todos los países de la Unión Europea tengan que aportar importantes sumas de millones de euros para arreglar el problema de dos de sus componentes sin que se trabaje seriamente sobre las causas de la grave enfermedad que les aqueja, que no es sólo económica, es un canto de sirenas.
Si sabemos que en España hay un problema serio en relación con la deuda de las autonomías, habrá que buscar la fórmula para que tales entes políticos se financien con responsabilidad sin el permanente recurso a la deuda, el origen de todos nuestros males. Si sabemos que hay determinadas instituciones financieras que han sido mal gestionadas y que han incurrido en pérdidas millonarias, habrá que tomar medidas para que se asuman las responsabilidades que fuera menester.
El problema es que algunos políticos, no todos, están acostumbrados a huir hacia delante a toda la velocidad y a que los platos rotos los paguen los ciudadanos a través del uso indiscriminado de fondos públicos para solventar sus excesos, cuándo no tropelías. Hoy, en el marco de la crisis, que algunas cosas positivas ha traído, sabemos que las cosas ya no pueden seguir igual. Los que lesionan las condiciones de vida de los habitantes deben pagarlo y quienes administran o gestionan negligentemente, deben hacer frente a sus responsabilidades.
La Unión Europea es, desde luego, un espacio de solidaridad. Por supuesto, solo faltaría. Pero eso no quiere decir, de ninguna de las maneras, que sea un salvavidas para cualquier exceso. Los excesos tienen que pagarlos quienes los cometen. Y aquí, sin ir más lejos, se han cometido muchos excesos, no sólo en el sector público, también en el privado. Desde luego, es una buena estrategia aprovechar la crisis de integración europea para reclamar una mayor unión bancaria, fiscal, un tesoro europeo, para pedir un Estado Federal Europeo, o para solicitar que el presidente de la Unión sea elegido por los ciudadanos. Pero si la estrategia se queda en que el conjunto se encargue de nuestra deuda, además de ingenua, es una propuesta que no entra a fondo en el problema.
Querámoslo o no, estamos asistiendo a la crisis de un modelo, el del Estado de Bienestar estático, así como a la degradación del capitalismo salvaje que ha dominado el mundo de los negocios estos años. Han fallado los fundamentos, las causas del edificio. Si no lo vemos, y si no trabajamos sobre ello, volveremos en no mucho tiempo a las andadas. Y la ciudadanía, de ninguna manera va a observar mansa y estoicamente como los políticos siguen conservando prebendas y privilegios sin cuento. Son tiempos difíciles, tiempos para estadistas, para dirigentes que actúen guiados en todo momento por el bien general, para responsables que sepan construir grandes acuerdos y, sobre todo, que estén dispuestos a ir a las causas de los problemas colectivos, no a marear la perdiz a ver si salimos comos sea, de la manera que sea. El paracetamol sirve para curar un dolor de cabeza. Pero si la enfermedad es del corazón o del cerebro, por mucho paracetamol que se tome….
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es
Jaime Rodríguez-Arana
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